Prólogo. Londres, 1885
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dynamo
Gaia
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Prólogo. Londres, 1885
PRÓLOGO
Allá por 1885
Allá por 1885
No le has visto acercarse, pero está detras de ti. Sientes su aliento en la nuca. Su sola presencia hace erizarse el pelo de tu espalda como si fueses un animal en peligro. Respira con pausa y se sitía frente a ti, apoya sus manos en los brazos de la silla y te clava la mirada.
En ese momento lo comprendes todo. Comprendes que no hay escapatoria. En esos ojos rojos, que si no te inspirasen terror incluso podrías considerar bonitos, entiendes porqué los ojos de un vampiros tienen el poder de paralizar a su víctima.
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Última edición por Gaia el 17/08/11, 08:39 pm, editado 3 veces
Re: Prólogo. Londres, 1885
Rose LePrince
(En el consejo de vampiros con Livia, Katherine y el resto que vayan a estar... xDDD)
Las grandes puertas de mármol que protegían la entrada al consejo se abrieron mientras con paso firme entraba en aquella sala que nos servía de sede cuando por razones extraordinarias debíamos reunirnos. Treinta y cinco años habían pasado ya desde la firma del tratado de Rumania pero la sala seguía igual que entonces. Las paredes de mármol reflejaban el fuego que quemaba las antiguas antorchas y candelabros. En el centro de la habitación, una mesa redonda - rodeada de sillas de terciopelo rojo- recibía la tenue luz de la luna de la noche que todavía estaba empezando.
En la mesa ya estaban reunidos algunos de los grandes fundadores de los clanes y sus seguidores más predilectos. La llamada había sido clara y nadie osaría faltar a una reunión tan importante como esta.
Cuando las puertas se cerraron tras de mí con un sonido seco, rodeé la mesa y me senté en el sitio que tenía adjudicado. Pedí a Livia y Katherine que ocupasen los sitios contiguos al mío y una vez estuvimos todos dimos comienzo a la reunión.
- Asumo que no es necesario poneros en antecedentes – hablé para toda la mesa -. Estamos aquí reunidos para encontrar una solución conjunta a las desapariciones de las que somos culpables ya que por separado no hemos conseguido hacer nada.
Miré a cada uno de los presentes dejándoles meditar sobre un asunto que los últimos días no hacía más que llenar páginas y páginas de los periódicos londinenses.
- Sé que no se ha violado el tratado de Rumania – continué – y que los niños siempre han regresado a sus casas, pero estaréis de acuerdo conmigo en que la falta de discreción en los métodos usados clama al cielo. Nuestra especie está quedando demasiado expuesta con este asunto y debemos cortarlo de raíz. Insto a los jefes de los clanes a encontrar al culpable o culpables y que sean sometidos a la hoguera.
El silencio inundo la sala durante unos segundos justo antes de que los murmullos y primeras opiniones comenzasen a surgir. Los miembros de los clanes murmuraban entre ellos mientras que los creadores intentaban determinar si aprobaban la condena o no. Las voces
aumentaron el tono hasta que me levanté y apoyando mis manos sobre la mesa pedí silencio. Sólo uno de los miembros de uno de los clanes siguió hablando en el silencio reinante.
- El periodico acusa a una “Dama de sangre”. ¿Si es una de sus seguidoras también osara quemarla? Desearía contempl…
Mi vista se clavó en él y acto seguido pareció atragantarse con las palabras.
- No os atreváis a acusar a mi clan sin pruebas – siseé amenazante -. No consentiré esas palabras de ninguno de los aquí presentes. Desde mi llegada he acatado nuestras leyes y mis acólitos también las han seguido. Siempre. Por respeto al consejo y por la lealtad que me profesan. No dudéis de ello ni un solo instante.
Intentando mantener la calma me senté de nuevo esperando que los fundadores se posicionaran con respecto a la condena por las desapariciones y por ponernos a todos en peligro. Una vez el castigo estuvo definido, volví a tomar la palabra.
- En otro orden de cosas, alguno de nosotros debería asistir a la recepción de Lord Sussex esta noche. Seguramente se hable de las desapariciones y es bueno saber que visión tienen los humanos del asunto – comenté -. Además, todos sabemos que Lord Sussex es un hombre respetado y es importante seguir manteniendo buenas relaciones con él. Yo tengo pensado asistir, tengo negocios que solucionar allí. Pero me gustaría saber si alguien más va a hacerlo.
(En el consejo de vampiros con Livia, Katherine y el resto que vayan a estar... xDDD)
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En la mesa ya estaban reunidos algunos de los grandes fundadores de los clanes y sus seguidores más predilectos. La llamada había sido clara y nadie osaría faltar a una reunión tan importante como esta.
Cuando las puertas se cerraron tras de mí con un sonido seco, rodeé la mesa y me senté en el sitio que tenía adjudicado. Pedí a Livia y Katherine que ocupasen los sitios contiguos al mío y una vez estuvimos todos dimos comienzo a la reunión.
- Asumo que no es necesario poneros en antecedentes – hablé para toda la mesa -. Estamos aquí reunidos para encontrar una solución conjunta a las desapariciones de las que somos culpables ya que por separado no hemos conseguido hacer nada.
Miré a cada uno de los presentes dejándoles meditar sobre un asunto que los últimos días no hacía más que llenar páginas y páginas de los periódicos londinenses.
- Sé que no se ha violado el tratado de Rumania – continué – y que los niños siempre han regresado a sus casas, pero estaréis de acuerdo conmigo en que la falta de discreción en los métodos usados clama al cielo. Nuestra especie está quedando demasiado expuesta con este asunto y debemos cortarlo de raíz. Insto a los jefes de los clanes a encontrar al culpable o culpables y que sean sometidos a la hoguera.
El silencio inundo la sala durante unos segundos justo antes de que los murmullos y primeras opiniones comenzasen a surgir. Los miembros de los clanes murmuraban entre ellos mientras que los creadores intentaban determinar si aprobaban la condena o no. Las voces
aumentaron el tono hasta que me levanté y apoyando mis manos sobre la mesa pedí silencio. Sólo uno de los miembros de uno de los clanes siguió hablando en el silencio reinante.
- El periodico acusa a una “Dama de sangre”. ¿Si es una de sus seguidoras también osara quemarla? Desearía contempl…
Mi vista se clavó en él y acto seguido pareció atragantarse con las palabras.
- No os atreváis a acusar a mi clan sin pruebas – siseé amenazante -. No consentiré esas palabras de ninguno de los aquí presentes. Desde mi llegada he acatado nuestras leyes y mis acólitos también las han seguido. Siempre. Por respeto al consejo y por la lealtad que me profesan. No dudéis de ello ni un solo instante.
Intentando mantener la calma me senté de nuevo esperando que los fundadores se posicionaran con respecto a la condena por las desapariciones y por ponernos a todos en peligro. Una vez el castigo estuvo definido, volví a tomar la palabra.
- En otro orden de cosas, alguno de nosotros debería asistir a la recepción de Lord Sussex esta noche. Seguramente se hable de las desapariciones y es bueno saber que visión tienen los humanos del asunto – comenté -. Además, todos sabemos que Lord Sussex es un hombre respetado y es importante seguir manteniendo buenas relaciones con él. Yo tengo pensado asistir, tengo negocios que solucionar allí. Pero me gustaría saber si alguien más va a hacerlo.
Re: Prólogo. Londres, 1885
Amy Malory
Miré por la ventana nerviosa cuando los últimos rayos de sol comenzaban a ocultarse entre los árboles de la plaza. Volví a mirar mi reflejo en el espejo del tocador y desvié la mirada hacia mi madre que ayudaba a la doncella a arreglar mi vestido y el resto del tocado. Llevaba días sin dejar de hablar de los guantes, de los zapatos y de la exquisita tela en la que estaba confeccionado el vestido. Parecía estar más emocionada que yo, aunque lo entendía, era su única hija y los errores no podían ser posibles. En gran medida de ella dependería que yo consiguiese en buen marido.
- Esto ya está – dijo mi madre, acercándose para cogerme el cepillo y apartarme el pelo de los hombros - ¿Qué te parece si le recogemos la parte superior del pelo y dejamos algunos bucles sueltos, Magda?
Magda. En los últimos días había estado pensando hablar con mi padre para que me asignara a mi propia doncella. Dentro de poco comenzaría una nueva vida y necesitaría a alguien que me ayudase con la vida de casada. Desde pequeña mi madre y yo habíamos compartido a la misma doncella y aunque yo quería a Magda como si fuese de la familia prefería a alguien que no fuera tan autoritaria, no me regañara ni me diera tantas órdenes. En parte era yo la culpable de sus regañinas. Mi carácter se había desarrollado al mismo ritmo que mi cuerpo pero ni mis padres no Magda parecían haberme tomado en serio cuando al cumplir los 17 les había dicho que quería presentarme en sociedad. Casi se rieron de mí. La espera desde ese entonces había sido una continua frustración porque la paciencia no era una de mis virtudes y muchas veces lo había pagado con Magda que había replicado que una dama de sociedad no debía comportarse como yo lo hacía. El caso es que yo tampoco era una dama de sociedad normal. El recato y timidez que se me suponían no tenían que ver con mi verdadera naturaleza, más atrevida y descarada. De todas formas, adoraba a mi familia y mantenía mi temperamento exaltado lo más acallado que podía para no decepcionarlos. Ese comportamiento, más propio de hombres, en una dama era completamente inapropiado. El único que había empezado a sospechar había sido Derek - mi hermano – pero éramos tan parecidos que no era necesario ocultarle mi verdadera personalidad.
- Disfruta de lo que estás a punto de vivir, hija – dijo mi madre sacándome de mis pensamientos. Encontrando sus ojos con los míos en el espejo-. Estoy segura de que mañana seremos invadidos por esos jóvenes esperanzados a los que deslumbrarás en el baile.
Sonreí.
- Pienso disfrutar de cada minuto del ritual de cortejo, madre. Llevo años deseándolo. Disfrutaré hasta que el hombre que haya elegido se me lleve.
- Que manera más vulgar de decirlo, hija. Empiezas a parecerte a tu hermano.
- ¿Tu crees?
- No dejes que tu padre te oiga imitar a Derek o discutirá con él, y ya sabes que a Derek no le gustan ni las sugerencias, ni los consejos bien intencionados. Son tan distintos. A veces me cuesta creer que son padre e hijo.
- Padre no se parece a Derek pero me gusta tal y como es.
- No me extraña – replicó mi madre -, con lo indulgente que es contigo.
- No siempre, si lo fuese no habría tenido que esperar…
No me dio tiempo a acabar. Se inclinó sobre mí y me abrazó.
- Eso ha sido cosa mía, Amy – me miró a los ojos -. No puedes culparme de querer disfrutar de mi pequeña un poco más. Tu y Derek habéis crecido tan deprisa… Os añoraré cuando os vayais de casa.
La confesión de mi madre me pilló un poco por sorpresa, hasta me di cuenta de que estaba a punto de echarse a llorar. Me apartó la mirada y salió de la habitación dejándome sola con Magda – que ya había terminado de peinarme y ahora sostenía el vestido de tafetán
amarillo entre sus manos.
Yo también añoraría a mi madre cuando me fuese de casa. Suspiré y me levanté del taburete, mirándome por última vez en el espejo antes de que Magda comenzara a vestirme.
(Derek puede encontrarse con ella si quiere.)
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- Esto ya está – dijo mi madre, acercándose para cogerme el cepillo y apartarme el pelo de los hombros - ¿Qué te parece si le recogemos la parte superior del pelo y dejamos algunos bucles sueltos, Magda?
Magda. En los últimos días había estado pensando hablar con mi padre para que me asignara a mi propia doncella. Dentro de poco comenzaría una nueva vida y necesitaría a alguien que me ayudase con la vida de casada. Desde pequeña mi madre y yo habíamos compartido a la misma doncella y aunque yo quería a Magda como si fuese de la familia prefería a alguien que no fuera tan autoritaria, no me regañara ni me diera tantas órdenes. En parte era yo la culpable de sus regañinas. Mi carácter se había desarrollado al mismo ritmo que mi cuerpo pero ni mis padres no Magda parecían haberme tomado en serio cuando al cumplir los 17 les había dicho que quería presentarme en sociedad. Casi se rieron de mí. La espera desde ese entonces había sido una continua frustración porque la paciencia no era una de mis virtudes y muchas veces lo había pagado con Magda que había replicado que una dama de sociedad no debía comportarse como yo lo hacía. El caso es que yo tampoco era una dama de sociedad normal. El recato y timidez que se me suponían no tenían que ver con mi verdadera naturaleza, más atrevida y descarada. De todas formas, adoraba a mi familia y mantenía mi temperamento exaltado lo más acallado que podía para no decepcionarlos. Ese comportamiento, más propio de hombres, en una dama era completamente inapropiado. El único que había empezado a sospechar había sido Derek - mi hermano – pero éramos tan parecidos que no era necesario ocultarle mi verdadera personalidad.
- Disfruta de lo que estás a punto de vivir, hija – dijo mi madre sacándome de mis pensamientos. Encontrando sus ojos con los míos en el espejo-. Estoy segura de que mañana seremos invadidos por esos jóvenes esperanzados a los que deslumbrarás en el baile.
Sonreí.
- Pienso disfrutar de cada minuto del ritual de cortejo, madre. Llevo años deseándolo. Disfrutaré hasta que el hombre que haya elegido se me lleve.
- Que manera más vulgar de decirlo, hija. Empiezas a parecerte a tu hermano.
- ¿Tu crees?
- No dejes que tu padre te oiga imitar a Derek o discutirá con él, y ya sabes que a Derek no le gustan ni las sugerencias, ni los consejos bien intencionados. Son tan distintos. A veces me cuesta creer que son padre e hijo.
- Padre no se parece a Derek pero me gusta tal y como es.
- No me extraña – replicó mi madre -, con lo indulgente que es contigo.
- No siempre, si lo fuese no habría tenido que esperar…
No me dio tiempo a acabar. Se inclinó sobre mí y me abrazó.
- Eso ha sido cosa mía, Amy – me miró a los ojos -. No puedes culparme de querer disfrutar de mi pequeña un poco más. Tu y Derek habéis crecido tan deprisa… Os añoraré cuando os vayais de casa.
La confesión de mi madre me pilló un poco por sorpresa, hasta me di cuenta de que estaba a punto de echarse a llorar. Me apartó la mirada y salió de la habitación dejándome sola con Magda – que ya había terminado de peinarme y ahora sostenía el vestido de tafetán
amarillo entre sus manos.
Yo también añoraría a mi madre cuando me fuese de casa. Suspiré y me levanté del taburete, mirándome por última vez en el espejo antes de que Magda comenzara a vestirme.
(Derek puede encontrarse con ella si quiere.)
Re: Prólogo. Londres, 1885
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··Con·· Amy Mallory
··En·· Mansión Mallory
··Con·· Amy Mallory
··En·· Mansión Mallory
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Generalmente evitaba estos bailes, pero esta temporada era especial, mi hermanita debutaba y yo iba a ir expresamente para asegurarme de que los lobos y buitres que seguramente deambularían por ahí, otros viejos zorros como yo, no la engatusaran, no quería a alguien como yo cerca de ella, a menos que ella lo quisiera, por supuesto; pero nunca estaba demás hacerles saber que si se metían con ella, se metían conmigo.
Una vez que el valet hubo terminado de anudar mi corbata, tomé mis guantes, dispuesto a partir, habíamos quedado con unos amigos de pasar al club por unas copas antes - sobrio no me presentaba en ese baile- pero antes de salir, pasé a ver a Amy, sólo para toparme con mi madre en la puerta, se veía algo emocionada, me hizo un pequeño gesto antes de perderse por el pasillo.... mujeres, quién las entendía? yo ciertamente no.
Golpée suavemente a la puerta, que estaba entreabierta, asomé mi cabeza para ver una nube de tafetán amarillo y mi hermana en algún lugar dentro de ella...
-hola, preciosa....cómo estás?? nerviosa? emocionada??- conociéndola, no esperaba las horas de estar ya en el baile, venía esperando esta ocasión como desde los 13 años
Última edición por germaine el 26/01/11, 04:31 pm, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Prólogo. Londres, 1885
Livia Widmer
Con Katherine y Rose /En Consejo Vampírico
Hoy todos aquellos que pertenecíamos a la noche, que éramos criaturas del frío y enternecedor encanto de la inmortalidad sabíamos que debíamos asistir a la urgente reunión para hablar acerca de los acontecimientos sucedidos...muertes...sangre...marcas en el cuello...todo nos indicaba a nosotros los vampiros como los culpables, así quer era necesario que todos los clanes se juntasen y hablaran sobre soluciones...
Me había apresurado a arreglarme antes de salir, terminé de rociar perfume con aroma de orquídeas por todo mi cuerpo incluído el cabello, el cual con un leve toque de mi mano acomodé. Posé mis pies en las zapatillas que hacía poco había conseguido con un mercader francés, adoraba el sonido de las zapatillas estrellándose sobre el mármol, además de que daban el toque final para que los caballeros notaran el contoneo de mi deliciosa figura.
Rose amaba la puntualidad y sobre todo la seriedad en este tipo de reuniones, y más si se trataba de temas de este tipo, así que con prisa salí para encontrarme con ella y Katherine; en el camino pude notar a un periódico en el piso, hablaba del último infante atacado y del mismo modus operandis que se venía haciendo desde que esto había iniciado en Londres. No pude entretenerme mucho así que me di pirsa y por las calles alumbradas por el fuego de los faros llegué hasta donde Rose y Katherine aguardaban mi llegada. Sin duda nuestro clan era reconocido por nuestra casi imposible belleza y por nuestro gran dote artístico e intelectual, además claro de nuestra elegancia al presentarnos en los eventos sociales, por lo que nuestra llegada al consejo sin duda fue haciendo gala a nuestra impecable puntualidad, sin minutos de más ni de menos.
Katherine y yo acompañamos Rose cada una a su lado hasta nuestro lugar. Hacia mucho que no veía a todos reunidos, algunas caras nuevas...otras no tanto, pero a final de cuentas no podía negar que varios hombres hermosos saltaban a la vista, aunque claro debía controlarme o Rose acabaría conmigo en un segundo...
La junta inició, y como esperaba mi hermosa creadora tomó la palabra en primer lugar, nosotras la apoyamos en todo momento, incluso cuando le respondió al idiota que osó a culpar a alguna de nuestro clan de ser esa llamada "Dama de Sangre" de la que las páginas de los periódicos hablaban...me imaginaba cuando venía para acá que podrían suponer que alguna de nosotras sería culpable, sobre todo con ese sobrenombre "Dama de Sangre"...al menos yo no podía ser acusada de ello, era leal al tratado, a Rose y sobretodo los niños...no significaban nada para mí, en ese caso optaría por un hermoso y cálido joven...¿pero que digo? ahora es mejor que opte por apartar eso de mi cabeza, son tiempos peligrosos para los de nuestra especie y cualquier error puede resultar fatal.
Rose: En otro orden de cosas, alguno de nosotros debería asistir a la recepción de Lord Sussex esta noche. Seguramente se hable de las desapariciones y es bueno saber que visión tienen los humanos del asunto – empieza a comentar Rose-. Además, todos sabemos que Lord Sussex es un hombre respetado y es importante seguir manteniendo buenas relaciones con él. Yo tengo pensado asistir, tengo negocios que solucionar allí. Pero me gustaría saber si alguien más va a hacerlo.-añade, yo sonrío y dirijo la mirada a Katherine-
Livia: he escuchado que varios de los hombres más hermosos y codiciados de la comarca asistirán...-le digo sonriendo mientras un abanico rebosa entre mi nariz y boca, dejando al descubierto solo mis ojos...- puede ser buena oportunidad para conocer algún buen y leal caballero- añado, tratándose de un evento de presentación a la sociedad de clase alta lo menos que se puede esperar es que todos lo mejores candidatos herederos estén por ahí pavoneándose...-
Con Katherine y Rose /En Consejo Vampírico
Hoy todos aquellos que pertenecíamos a la noche, que éramos criaturas del frío y enternecedor encanto de la inmortalidad sabíamos que debíamos asistir a la urgente reunión para hablar acerca de los acontecimientos sucedidos...muertes...sangre...marcas en el cuello...todo nos indicaba a nosotros los vampiros como los culpables, así quer era necesario que todos los clanes se juntasen y hablaran sobre soluciones...
Me había apresurado a arreglarme antes de salir, terminé de rociar perfume con aroma de orquídeas por todo mi cuerpo incluído el cabello, el cual con un leve toque de mi mano acomodé. Posé mis pies en las zapatillas que hacía poco había conseguido con un mercader francés, adoraba el sonido de las zapatillas estrellándose sobre el mármol, además de que daban el toque final para que los caballeros notaran el contoneo de mi deliciosa figura.
Rose amaba la puntualidad y sobre todo la seriedad en este tipo de reuniones, y más si se trataba de temas de este tipo, así que con prisa salí para encontrarme con ella y Katherine; en el camino pude notar a un periódico en el piso, hablaba del último infante atacado y del mismo modus operandis que se venía haciendo desde que esto había iniciado en Londres. No pude entretenerme mucho así que me di pirsa y por las calles alumbradas por el fuego de los faros llegué hasta donde Rose y Katherine aguardaban mi llegada. Sin duda nuestro clan era reconocido por nuestra casi imposible belleza y por nuestro gran dote artístico e intelectual, además claro de nuestra elegancia al presentarnos en los eventos sociales, por lo que nuestra llegada al consejo sin duda fue haciendo gala a nuestra impecable puntualidad, sin minutos de más ni de menos.
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La junta inició, y como esperaba mi hermosa creadora tomó la palabra en primer lugar, nosotras la apoyamos en todo momento, incluso cuando le respondió al idiota que osó a culpar a alguna de nuestro clan de ser esa llamada "Dama de Sangre" de la que las páginas de los periódicos hablaban...me imaginaba cuando venía para acá que podrían suponer que alguna de nosotras sería culpable, sobre todo con ese sobrenombre "Dama de Sangre"...al menos yo no podía ser acusada de ello, era leal al tratado, a Rose y sobretodo los niños...no significaban nada para mí, en ese caso optaría por un hermoso y cálido joven...¿pero que digo? ahora es mejor que opte por apartar eso de mi cabeza, son tiempos peligrosos para los de nuestra especie y cualquier error puede resultar fatal.
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Rose: En otro orden de cosas, alguno de nosotros debería asistir a la recepción de Lord Sussex esta noche. Seguramente se hable de las desapariciones y es bueno saber que visión tienen los humanos del asunto – empieza a comentar Rose-. Además, todos sabemos que Lord Sussex es un hombre respetado y es importante seguir manteniendo buenas relaciones con él. Yo tengo pensado asistir, tengo negocios que solucionar allí. Pero me gustaría saber si alguien más va a hacerlo.-añade, yo sonrío y dirijo la mirada a Katherine-
Livia: he escuchado que varios de los hombres más hermosos y codiciados de la comarca asistirán...-le digo sonriendo mientras un abanico rebosa entre mi nariz y boca, dejando al descubierto solo mis ojos...- puede ser buena oportunidad para conocer algún buen y leal caballero- añado, tratándose de un evento de presentación a la sociedad de clase alta lo menos que se puede esperar es que todos lo mejores candidatos herederos estén por ahí pavoneándose...-
Re: Prólogo. Londres, 1885
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Caroline Nagel ● Con: Consejo ● Humana >> ● En: xxxx Sin Mensaje | Katherine Petrova ● Con: Rose y Livia ● Vampireza >> ● En: Consejo Sin Mensaje ; Debo | ||
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Carlisle Cullen ● Con: Disponible ● Vampiro >> ● En: xxxx Sin Mensaje | Daniel Harris ● Con: Disponible ● Vampiro >> ● En: xxxx Sin Mensaje | Dorian Snyder ● Con: Disponible ● Vampiro >> ● En: xxxx Sin Mensaje |
Invitado- Invitado
Re: Prólogo. Londres, 1885
Danielle "Danny" Doe
El hombre abrió la puerta del carruaje y me obligó a bajar. Estábamos parados en medio de un camino adoquinado a las afueras de Londres. Aquel tipo me agarró del brazo y me condujo a través de una calle hasta divisar a lo lejos una blanca mansión.
- Te desearía suerte, pero no creo que la necesites – me dijo -. Sé lo competente que eres en tu trabajo.
- ¿Cuáles son las cosas de las que debo apoderarme?
- Dos anillos y un collar, muy antiguos.
- Necesito una descripción, amigo, si tengo que llevármelos – el hombre negó con la cabeza.
- No importa porque no vas a limitarte a llevarte sólo eso. Si lo hicieras sería fácil dar con el culpable, créeme. Tu misión no es distinta a la que tienes por costumbre: robar todos los objetos de valor que encuentres. Tú podrás quedarte con todo lo demás, miles de libras en joyas.
- Eres un maldito idiota si crees que cualquier baratija, por más valiosa que sea, compensará el castigo que me espera por no haber pedido permiso en el grupo para robarla.
- ¿Tan sujetos os tiene vuestro jefe?
- Tengo unas reglas que cumplir y me las has hecho infringir todas.
Alcé la vista hacia la casa, todavía acompañada. Aún no entendía porqué me había dejado enredar de esa manera.
- Una última advertencia – me dijo -. Si por alguna razón te apresan no me conoces y nunca me has visto.
Genial. El hombre regresó al carruaje– alejado de la casa -, dejándome a mi sola para hacer mi trabajo. St, James iba a matarme cuando se enterara. Pese a ser brusco se preocupaba por nosotros –como el padre de una gran familia – y sus reglas estaban ahí para protegernos. Eran claras y fáciles de seguir, tanto que yo me las estaba saltando.
La primera regla de la banda era no robar nunca a la clase alta en sus propias casas, sólo en tabernas, en el mercado o en las tiendas. Entrar a robar en las casas era una forma rápida de que las familias acaudaladas pusieran el grito en el cielo y que la policía registrase los barrios bajos en busca de culpables. Encontrar una casa llena de huérfanos no oficiales podía ser una prueba demasiado incriminatoria. Yo estaba infringiendo esa norma.
La segunda norma era no aventurarse a robar en zonas desconocidas. St James se encargaba de repartirnos por zonas y cambiarnos cada semana para no hacernos demasiado conocidos para los transeúntes o al policía. Yo no tenía ni idea de donde me encontraba, por lo tanto, también me estaba saltando esa norma.
Había sido una estúpida por aceptar el trabajo sin comentárselo a nadie, ahora tendría que salir del embrollo yo sola. Por suerte había sido precavida y mis ropas habituales habían sido sustituidas por un pantalón y una camisa de muchacho. Ahora que sabía que debería entrar en una casa, me alegraba de mi decisión.
Casi todas las ventanas de la enorme mansión estaban abiertas. El misterioso hombre me había asegurado que estaba vacía así que envalentonada y con paso firme me dirigí a uno de los laterales de la casa. Treparía por una ventana y accedería al vestíbulo. Si conseguía entrar tendría medio trabajo conseguido.
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El hombre abrió la puerta del carruaje y me obligó a bajar. Estábamos parados en medio de un camino adoquinado a las afueras de Londres. Aquel tipo me agarró del brazo y me condujo a través de una calle hasta divisar a lo lejos una blanca mansión.
- Te desearía suerte, pero no creo que la necesites – me dijo -. Sé lo competente que eres en tu trabajo.
- ¿Cuáles son las cosas de las que debo apoderarme?
- Dos anillos y un collar, muy antiguos.
- Necesito una descripción, amigo, si tengo que llevármelos – el hombre negó con la cabeza.
- No importa porque no vas a limitarte a llevarte sólo eso. Si lo hicieras sería fácil dar con el culpable, créeme. Tu misión no es distinta a la que tienes por costumbre: robar todos los objetos de valor que encuentres. Tú podrás quedarte con todo lo demás, miles de libras en joyas.
- Eres un maldito idiota si crees que cualquier baratija, por más valiosa que sea, compensará el castigo que me espera por no haber pedido permiso en el grupo para robarla.
- ¿Tan sujetos os tiene vuestro jefe?
- Tengo unas reglas que cumplir y me las has hecho infringir todas.
Alcé la vista hacia la casa, todavía acompañada. Aún no entendía porqué me había dejado enredar de esa manera.
- Una última advertencia – me dijo -. Si por alguna razón te apresan no me conoces y nunca me has visto.
Genial. El hombre regresó al carruaje– alejado de la casa -, dejándome a mi sola para hacer mi trabajo. St, James iba a matarme cuando se enterara. Pese a ser brusco se preocupaba por nosotros –como el padre de una gran familia – y sus reglas estaban ahí para protegernos. Eran claras y fáciles de seguir, tanto que yo me las estaba saltando.
La primera regla de la banda era no robar nunca a la clase alta en sus propias casas, sólo en tabernas, en el mercado o en las tiendas. Entrar a robar en las casas era una forma rápida de que las familias acaudaladas pusieran el grito en el cielo y que la policía registrase los barrios bajos en busca de culpables. Encontrar una casa llena de huérfanos no oficiales podía ser una prueba demasiado incriminatoria. Yo estaba infringiendo esa norma.
La segunda norma era no aventurarse a robar en zonas desconocidas. St James se encargaba de repartirnos por zonas y cambiarnos cada semana para no hacernos demasiado conocidos para los transeúntes o al policía. Yo no tenía ni idea de donde me encontraba, por lo tanto, también me estaba saltando esa norma.
Había sido una estúpida por aceptar el trabajo sin comentárselo a nadie, ahora tendría que salir del embrollo yo sola. Por suerte había sido precavida y mis ropas habituales habían sido sustituidas por un pantalón y una camisa de muchacho. Ahora que sabía que debería entrar en una casa, me alegraba de mi decisión.
Casi todas las ventanas de la enorme mansión estaban abiertas. El misterioso hombre me había asegurado que estaba vacía así que envalentonada y con paso firme me dirigí a uno de los laterales de la casa. Treparía por una ventana y accedería al vestíbulo. Si conseguía entrar tendría medio trabajo conseguido.
Última edición por Gaia el 22/01/11, 04:58 pm, editado 1 vez
Re: Prólogo. Londres, 1885
Lord Travel McCrow
Con Sybelle y su Madre /En Carreta rumbo a Fiesta Malory
Para variar hoy los ingratos empleados habían acudido a mi oficina para pedir de nuevo un aumento en sus sueldos, acaso habían perdido la cabeza??? por nada del mundo les aumentaría ni un sólo centavo, debían estar agradecidos que no los había corrido, malditos malagradecidos, ¿acaso se levantarán contra mí?, saben que perderían su trabajo, y hoy en día trabajadores son lo primero que abunda, dispuestos a laborar por algo que les alcance para pan y leche y nada más.
Por suerte hoy habría algo que me alegraría el día, la presentación de Lady Amy Malory, esa joven estaba cada día más linda y lista para estar en mi cama...aunque claro tratándose de su familia eso sería poner mucho en la cuerda floja, aunque...tratándose de un buena noche de diversión con la muchachita valdría la pena ese riesgo y más...
Para variar al llegar a casa Sybelle y mi madre estaban más que preparadas para salir al evento, yo las miré fastidiado mientras ellas estaban sentadas en la sala tomando algo de té ¿acaso no podrían ser más predecibles?
Travel: Madre, Sybelle- les digo mientras dejo mi saco en el perchero- me cambio y nos vamos...-les digo sin darles mucha atención, subo las escaleras y me dirijo a mi habitación...cualquiera de mi edad tendría ya su propio hogar, pero bueno que eso vendrá pronto, con la muerte de mi padre ya casi en puerta debía estar al pendiente de todo lo que sucediera aquí o esas malditas de Sybelle y mi madre podrían hacer algo en mi contra...par de arpías...
Cogí algo de ropa má presentable y me cambié frente al espejo contemplándome...no podía negarlo era un gran especímen varonil...me sonreí y terminé de abrochar mi saco, tomé mi abrigo y salí de la habitación, bajé las escaleras y me acerqué a la estancia en donde Sybelle y mi madre seguían a la espera.
-¿Bien damas partimos?- les digo algo sarcástico, Sybelle es una perra al igual que mi madre, pero por ahora es mejor tener a mis enemigos cerca...-mi padre está ocupado de nuevo...así que no vendrá con nosotros- les digo mientras tomo los abrigos de las dos de los percheros y abro la puerta; mi padre como siempre debe estar con una mujerzuela o dándose la pitada de su vida en algúnestablecimiento de opio...ese viejo si que sabe aprovechar los últimos días que le quedan...aunque debería darse prisa en poner un pie en la tumba o tendré que hacerlo por otros medios.-
Nuestra carreta llega por nosotros a la puerta de la casa, ayudo a subir a las dos mujeres y enseguida subo yo, el perfume de ambas me intoxica, además estoy casi seguro que sus lenguas viperinas están listas para destilar veneno llegando a la fiesta.
Con Sybelle y su Madre /En Carreta rumbo a Fiesta Malory
Para variar hoy los ingratos empleados habían acudido a mi oficina para pedir de nuevo un aumento en sus sueldos, acaso habían perdido la cabeza??? por nada del mundo les aumentaría ni un sólo centavo, debían estar agradecidos que no los había corrido, malditos malagradecidos, ¿acaso se levantarán contra mí?, saben que perderían su trabajo, y hoy en día trabajadores son lo primero que abunda, dispuestos a laborar por algo que les alcance para pan y leche y nada más.
Por suerte hoy habría algo que me alegraría el día, la presentación de Lady Amy Malory, esa joven estaba cada día más linda y lista para estar en mi cama...aunque claro tratándose de su familia eso sería poner mucho en la cuerda floja, aunque...tratándose de un buena noche de diversión con la muchachita valdría la pena ese riesgo y más...
Para variar al llegar a casa Sybelle y mi madre estaban más que preparadas para salir al evento, yo las miré fastidiado mientras ellas estaban sentadas en la sala tomando algo de té ¿acaso no podrían ser más predecibles?
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Cogí algo de ropa má presentable y me cambié frente al espejo contemplándome...no podía negarlo era un gran especímen varonil...me sonreí y terminé de abrochar mi saco, tomé mi abrigo y salí de la habitación, bajé las escaleras y me acerqué a la estancia en donde Sybelle y mi madre seguían a la espera.
-¿Bien damas partimos?- les digo algo sarcástico, Sybelle es una perra al igual que mi madre, pero por ahora es mejor tener a mis enemigos cerca...-mi padre está ocupado de nuevo...así que no vendrá con nosotros- les digo mientras tomo los abrigos de las dos de los percheros y abro la puerta; mi padre como siempre debe estar con una mujerzuela o dándose la pitada de su vida en algúnestablecimiento de opio...ese viejo si que sabe aprovechar los últimos días que le quedan...aunque debería darse prisa en poner un pie en la tumba o tendré que hacerlo por otros medios.-
Nuestra carreta llega por nosotros a la puerta de la casa, ayudo a subir a las dos mujeres y enseguida subo yo, el perfume de ambas me intoxica, además estoy casi seguro que sus lenguas viperinas están listas para destilar veneno llegando a la fiesta.
Última edición por dynamo el 22/01/11, 05:35 am, editado 1 vez
Re: Prólogo. Londres, 1885
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Con...Sybelle y su Madre
En...Carreta rumbo a Fiesta Malory
ESPERO
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En...Consejo Vampírico
ESPERO
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En...Calles
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Re: Prólogo. Londres, 1885
Lady Eve Ackerman
(En casa, preparandose para la fiesta y esperando al cochero)
Debía ser de noche cuando el golpeteo insidioso y ese agudo timbre de voz traspasaron la puerta de mi dormitorio, no me moleste en incorporarme de la cama que me había mantenido presa o más bien protegida durante gran parte de la tarde, cuando una de las doncellas irrumpió sin avisar a toda velocidad al tiempo que exclamaba preguntas de las que no esperaba si quiera respuesta a cerca de lo tarde que se hacía y como una señorita de mi clase podía encontrarse tan despreocupada ante la esperada velada que esta noche acontecía.
Suspire resignada por la perorata de superficiales cosas que iba citando a cerca de mi vestuario, cierto era que durante muchos días, Lady Amy, o simplemente Amy, como yo prefería llamarla en la intimidad, y yo, habíamos planeado cada ápice y detalle de este acontecimiento, era un día especial para ella, un día que supuse esperaría tener a su amiga de su lado, pero me era casi inevitable recaer en el molesto pensamiento sobre mi actual situación, el supuesto padrastro y su enigmático hijo con los que el destino había querido juntarme, la precaria realidad de mi querida madre y un Londres más vivo y amenazante que nunca ahora que prácticamente estaba sola.
La doncella me agarró con fuerza de ambos brazos tirando con poca delicadeza de mi y llevándome hasta un espejo situado en el cuarto contiguo que hacía de vestidor. Me encontré de bruces con mi reflejo evaluándome con ceño fruncido, una piel mas pálida de lo habitual, rizos despeinados que caían sobre mis hombros haciendo de mi rostro uno aun mas infantil y un vestido recatado de color crema y con delicado encaje que cubría mi cuerpo marcando con sutileza las finas curvas.
-Tendremos que hacer algo con este salvaje cabello señorita...-escuche de lejos mientras me probaba los blancos guantes que habían aparecido en mis manos.
Me deje llevar sin poner resistencia al tocador, parecía una muñeca en manos de una experta, fije la mirada en los pequeños y frágiles frascos de ungüentos y cremas en los que yo no había reparado hasta entonces y pensé que Amy debía estar muy nerviosa, que menos que yo estuviese casi igual de ilusionada. Cerré los ojos y pedí a Dios fuerzas para soportar las grandezas de la fiesta, lo importante era Amy y la búsqueda de su futuro y prometedor esposo.
(En casa, preparandose para la fiesta y esperando al cochero)
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Suspire resignada por la perorata de superficiales cosas que iba citando a cerca de mi vestuario, cierto era que durante muchos días, Lady Amy, o simplemente Amy, como yo prefería llamarla en la intimidad, y yo, habíamos planeado cada ápice y detalle de este acontecimiento, era un día especial para ella, un día que supuse esperaría tener a su amiga de su lado, pero me era casi inevitable recaer en el molesto pensamiento sobre mi actual situación, el supuesto padrastro y su enigmático hijo con los que el destino había querido juntarme, la precaria realidad de mi querida madre y un Londres más vivo y amenazante que nunca ahora que prácticamente estaba sola.
La doncella me agarró con fuerza de ambos brazos tirando con poca delicadeza de mi y llevándome hasta un espejo situado en el cuarto contiguo que hacía de vestidor. Me encontré de bruces con mi reflejo evaluándome con ceño fruncido, una piel mas pálida de lo habitual, rizos despeinados que caían sobre mis hombros haciendo de mi rostro uno aun mas infantil y un vestido recatado de color crema y con delicado encaje que cubría mi cuerpo marcando con sutileza las finas curvas.
-Tendremos que hacer algo con este salvaje cabello señorita...-escuche de lejos mientras me probaba los blancos guantes que habían aparecido en mis manos.
Me deje llevar sin poner resistencia al tocador, parecía una muñeca en manos de una experta, fije la mirada en los pequeños y frágiles frascos de ungüentos y cremas en los que yo no había reparado hasta entonces y pensé que Amy debía estar muy nerviosa, que menos que yo estuviese casi igual de ilusionada. Cerré los ojos y pedí a Dios fuerzas para soportar las grandezas de la fiesta, lo importante era Amy y la búsqueda de su futuro y prometedor esposo.
Miss_F- Holgazán
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Fecha de inscripción : 14/12/2010
Re: Prólogo. Londres, 1885
Ms Payton Carlton
(En camino hacia la fiesta)
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Llevaba ilusionada con la fiesta desde hace días, desde que me la anunció Damien, confirmandome a que asistiría. Incluso le habia escrito a Lucy, contandole todas las noticias. Sin embargo, yo habia contado con lo mucho que costaba preparar "a una joven dama de sociedad", tal y como mi mucama me habia repetido durante la tarde.
La verdad es que no tenia mucha idea de lo que tendria que hacer en la fiesta pero Damien me aseguró que estaría a mi lado cuando pudiera para darme instrucciones una vez que llegasemos alli, puesto que nunca habia tenido que asistir a ninguna velada de ese tipo sola desde que Lucy partiese a Francia con su ahora esposo.
Despues del almuerzo, me refugie como de costumbre en la biblioteca, donde sabia que podria tener un rato de tranquilidad ante todo leyendo y alejandome de todo, conducta que por lo visto no estaba muy aprobada pero no es que yo le diera demasiada importancia a ello.
Pero cuando se hicieron las cinco de la tarde, mi doncella Dana, me llamo a mi recamara para tenerme lista para la fiesta. Y antes de entrar, me dijo en voz baja que el periodico se encontraba en el cajon de mi tocador, tal y como le pedia todas las mañanas. Se lo agradeci con una sonrisa antes de entrar y que comenzasen a peinarme, vestirme y maquillarme.
Cuando se hicieron las 7.30, ya habian terminado de peinarme y esperaba a que me trajeran un vestido nuevo que Lucy habia pedido que me hicieran en París para la ocasión, con una nota deseandome una feliz velada.
Dana me traje el vestido y lo colocó sobre mi cama para admirarlo, mientras yo cogia el periodico y lo leia. A Damien no le gustaba que lo hiciera para no preocuparme pero yo tenía demasiada curiosidad para dejarlo pasar.
Luego me puse mi vestido y me fui a hasta el salon donde Damien ya me esperaba totalmente vestido.
Y tras hacerme varios cumplidos, nos fuimos hasta la entrada donde el carro nos esperaba y nos pusimos en camino a la fiesta.
(En camino hacia la fiesta)
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Llevaba ilusionada con la fiesta desde hace días, desde que me la anunció Damien, confirmandome a que asistiría. Incluso le habia escrito a Lucy, contandole todas las noticias. Sin embargo, yo habia contado con lo mucho que costaba preparar "a una joven dama de sociedad", tal y como mi mucama me habia repetido durante la tarde.
La verdad es que no tenia mucha idea de lo que tendria que hacer en la fiesta pero Damien me aseguró que estaría a mi lado cuando pudiera para darme instrucciones una vez que llegasemos alli, puesto que nunca habia tenido que asistir a ninguna velada de ese tipo sola desde que Lucy partiese a Francia con su ahora esposo.
Despues del almuerzo, me refugie como de costumbre en la biblioteca, donde sabia que podria tener un rato de tranquilidad ante todo leyendo y alejandome de todo, conducta que por lo visto no estaba muy aprobada pero no es que yo le diera demasiada importancia a ello.
Pero cuando se hicieron las cinco de la tarde, mi doncella Dana, me llamo a mi recamara para tenerme lista para la fiesta. Y antes de entrar, me dijo en voz baja que el periodico se encontraba en el cajon de mi tocador, tal y como le pedia todas las mañanas. Se lo agradeci con una sonrisa antes de entrar y que comenzasen a peinarme, vestirme y maquillarme.
Cuando se hicieron las 7.30, ya habian terminado de peinarme y esperaba a que me trajeran un vestido nuevo que Lucy habia pedido que me hicieran en París para la ocasión, con una nota deseandome una feliz velada.
Dana me traje el vestido y lo colocó sobre mi cama para admirarlo, mientras yo cogia el periodico y lo leia. A Damien no le gustaba que lo hiciera para no preocuparme pero yo tenía demasiada curiosidad para dejarlo pasar.
Luego me puse mi vestido y me fui a hasta el salon donde Damien ya me esperaba totalmente vestido.
Y tras hacerme varios cumplidos, nos fuimos hasta la entrada donde el carro nos esperaba y nos pusimos en camino a la fiesta.
Invitado- Invitado
Re: Prólogo. Londres, 1885
,malachias swithal
With Danny Doe, In casoplón en las afueras.
With Danny Doe, In casoplón en las afueras.
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Le dolía la cabeza, incesantemente. Nuevos ataques, revueltas, y más ataques. Sin duda, pensamientos que le martilleaban los sesos desde dentro. Se vio tentado de golpearse contra la pared más a mano, pero tras sopesarlo decidió que cuando volviese a casa una infusión podría ser un método de cura menos destructivo. Al fin y al cabo, necesitaba su cabeza intacta para el día siguiente. El 'jefazus Máximus' de Scotland Yard se lo había ordenado. Swithal, espero que estés más avispado mañana por la mañana. Él también lo esperaba, si quería conservar su trabajo.
Aquello le había librado de una noche de patruya nocturna, pero no impediría que al día siguiente volviese a su rutina de las ya famosas investigaciones circulares (esas que, por mucho en las que se indagase, siempre te llevaban a donde estabas en un principio. ¿No son geniales?) y el descontrol. El estar rodeado de incompetentes tampoco era de ayuda para él, a pesar de que tampoco era el más indicado para hacer indagaciones y pesquisas (más bien repartir palos era su cometido) pero de sus fallos él ni se percataba -ni quería, era más cómodo vivir en una nube narcisista-.
El hecho es que en vez de estar en su piso lleno de humedades y juntas mal solapadas se encontraba allí, en plena calle, esperando y confiando que el smog que flotaba como una manta de tinieblas sobre las desoladas calles inglesas le despejase y le ayudase a aclarar ideas. Quizás estaba hecho a aquel ambiente, tanto que lo necesitaba y el hecho de no estar un ojo avizor mientras todos dormían -como si de un búho se tratase- le resultaba extraño.
La casualidad es lo que tiene, pues justo en el momento en el que pensaba retroceder y desviarse hacia un camino que le llevase hasta una zona más céntrica de la ciudad, vislumbró una silueta recortada en la oscuridad. Contuvo la respiración, más como un acto reflejo que por el miedo de que fuese escuchada; hasta que finalmente pudo distinguir cómo la figura en cuestión se colaba en la casa. Se tomó su tiempo, primeramente reflexionó sobre la estupidez humana, más tarde tras acabar su ensayo filosófico mental comenzó a darle vueltas al método que utilizaría para atrapar al caco -la parte más puramente maquiavélica de Malach estaba deseando que pasase el tiempo, pues conforme más segundos pasaban más esperanzas tendría el ladrón de salir impune del robo, ¡y más divertida sería la sorpresa!- y, tras todo eso, se decidió por fin a actuar. Se coló por otra de las ventanas, dejando a un lado el casco de su uniforme. Avanzó por los pasillos a tientas, procurando imitar la habilidad escurridiza y silenciosa de los felinos. Cuando creyó haber localizado la sala donde se hallaba el individuo, tan sólo se tomó un par de segundos para pensar qué es lo que debería hacer. Finalmente, decidió improvisar.
La luz mortecina que se colaba por la ventana delineó el perfil de la víctima. Se había dejado ver, colocándose ahora en el marco de la puerta. Le hizo falta un instante y mucha maña para colar una de sus piernas entre las del ladrón, hacerlo trastabillar y caer; pues temía que si le atacaba directamente pudiese recuperarse y escapar por la ventana -este tipo de escoria está hecha de una pasta especial, y con tal de no ser cogidos correrían como si huyesen del mismísimo Belzebú aunque estuviesen echando las vísceras por la boca-. Su mano viajó hacia su bolsillo, y sacó un revólver. La fría punta de metal rozó la frente del ahora indefenso... ¿ratero?
Su constitución era menuda, y sus rasgos delicados. Ratera, era una ratera.
— Has ido a dar con alguien muy cabreado en una noche muy nefasta. —su brazo aún firme seguía encañonando a su víctima. Echó un rápido vistazo a su alrededor, percatándose por primera vez de la decoración de la sala y demás detalles secundarios— Vaya, parece que estamos fastidiados, niña. Tu vida o, en su defecto, tu estancia permanente en un calabozo de mala muerte está en manos de un poseso, y a mí me duele la cabeza. —qué vida más cruel.
Invitado- Invitado
Re: Prólogo. Londres, 1885
Emily Oak
(En Whitechapel)
El de hoy había sido un nuevo día más de prisas y ajetreos en la sastrería. Desde hacía ya unos meses nuestros días se habían marchado encargando exquisitas telas, tomando medidas a jóvenes debutantes, y subiendo bajos y dobladillos. Estábamos en plena temporada social y eso - cuando trabajas para una modista – se notaba. Desde que habíamos abierto las puertas esta mañana se habían venido a recoger, por lo menos, 50 vestidos. Por suerte el día ya se había terminado.
Como todos los días, habíamos cerrado un poco antes de la misa vespertina para poder asistir a los oficios. El padre Stevens de Whitechapel daría su última misa antes de retirarse por lo que habían organizado algunas actividades en su honor.
Desde que Jonas había empezado a separarse de la familia y dedicarse a menesteres ilegales mis visitas a la iglesia de Whitechapel se habían hecho frecuentes. A veces para rezar por mí hermano, otras para desahogarme con el padre Stevens. Jonas era tan irracional que no veía el peligro de sus actividades y parecía no saber el daño que causaba a padre y al resto de nuestros hermanos.
Algate Hg Street ya estaba atestada de gente y aun quedaba un buen tramo para llegar a Whitechapel. Las calles se animaban con Títeres, comerciantes, puestos de comida… Me acerqué a uno de ellos para comprar una hogaza de pan, no había probado bocado desde la noche anterior y estaba hambrienta. La devoré en segundos, sacudiéndome con la mano las migas que se habían quedado en el vestido.
Con el estomago algo más calmado continué recorriendo las calles, viendo a la gente salir de los pubs o entrando en tabernas o burdeles. Yo misma me propuse entrar en un bar para tomar alguna bebida espirituosa que calentase mi cuerpo pero deseché la idea al ver la librería, donde solía comprar mis libros, todavía abierta.
La campana colgada sobre la puerta replicó un par de veces anunciándome como nuevo cliente. Sonreí al dueño que estaba tras una mesa al fondo de la tienda. Él levanto la vista y al reconocerme se acercó a saludarme.
- Buenas noches – le saludé-, ya no esperaba encontrar la librería abierta a estas horas.
- Ah, jovencita, hay que aprovechar los días de celebración como estos para intentar vender algún libro más. ¿Regresas por el mismo motivo que la semana pasada?
- Así es – asentí con la cabeza -. ¿Ya ha llegado la última recopilación de relatos de Mr. Emerich?
- Siento decirle que no. El último relato aun se publicó hace unos días en el periódico. Creí que lo sabríais.
- Y lo sé. Lo cierto es que ya los he leído en el periódico pero deseo comprar el libro. Son historias tan reales y tan emocionantes… Hace que el corazón se me hiele de terror.
El librero sonrió negando con la cabeza.
- Para la semana seguramente ya habrá llegado.
- Aquí estaré, entonces. Muchas gracias por su ayuda.
- Gracias a usted, jovencita. Sois mi mejor cliente.
Salí de la librería con paso apurado que no rebajé hasta llegar a las cercanías de la iglesia. Allí ya era casi imposible andar sin tropezar con alguien y las calles se parecían mas a un embudo que a un lugar donde se pudiera transitar. A lo lejos se oía una orquesta y algunas de las personas, en medio de la calle, habían comenzado a bailar dificultando más el paso. Iba a necesitar de un milagro para llegar al último oficio del padre Stevens.
ENCONTRABLE.
(En Whitechapel)
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Como todos los días, habíamos cerrado un poco antes de la misa vespertina para poder asistir a los oficios. El padre Stevens de Whitechapel daría su última misa antes de retirarse por lo que habían organizado algunas actividades en su honor.
Desde que Jonas había empezado a separarse de la familia y dedicarse a menesteres ilegales mis visitas a la iglesia de Whitechapel se habían hecho frecuentes. A veces para rezar por mí hermano, otras para desahogarme con el padre Stevens. Jonas era tan irracional que no veía el peligro de sus actividades y parecía no saber el daño que causaba a padre y al resto de nuestros hermanos.
Algate Hg Street ya estaba atestada de gente y aun quedaba un buen tramo para llegar a Whitechapel. Las calles se animaban con Títeres, comerciantes, puestos de comida… Me acerqué a uno de ellos para comprar una hogaza de pan, no había probado bocado desde la noche anterior y estaba hambrienta. La devoré en segundos, sacudiéndome con la mano las migas que se habían quedado en el vestido.
Con el estomago algo más calmado continué recorriendo las calles, viendo a la gente salir de los pubs o entrando en tabernas o burdeles. Yo misma me propuse entrar en un bar para tomar alguna bebida espirituosa que calentase mi cuerpo pero deseché la idea al ver la librería, donde solía comprar mis libros, todavía abierta.
La campana colgada sobre la puerta replicó un par de veces anunciándome como nuevo cliente. Sonreí al dueño que estaba tras una mesa al fondo de la tienda. Él levanto la vista y al reconocerme se acercó a saludarme.
- Buenas noches – le saludé-, ya no esperaba encontrar la librería abierta a estas horas.
- Ah, jovencita, hay que aprovechar los días de celebración como estos para intentar vender algún libro más. ¿Regresas por el mismo motivo que la semana pasada?
- Así es – asentí con la cabeza -. ¿Ya ha llegado la última recopilación de relatos de Mr. Emerich?
- Siento decirle que no. El último relato aun se publicó hace unos días en el periódico. Creí que lo sabríais.
- Y lo sé. Lo cierto es que ya los he leído en el periódico pero deseo comprar el libro. Son historias tan reales y tan emocionantes… Hace que el corazón se me hiele de terror.
El librero sonrió negando con la cabeza.
- Para la semana seguramente ya habrá llegado.
- Aquí estaré, entonces. Muchas gracias por su ayuda.
- Gracias a usted, jovencita. Sois mi mejor cliente.
Salí de la librería con paso apurado que no rebajé hasta llegar a las cercanías de la iglesia. Allí ya era casi imposible andar sin tropezar con alguien y las calles se parecían mas a un embudo que a un lugar donde se pudiera transitar. A lo lejos se oía una orquesta y algunas de las personas, en medio de la calle, habían comenzado a bailar dificultando más el paso. Iba a necesitar de un milagro para llegar al último oficio del padre Stevens.
ENCONTRABLE.
Re: Prólogo. Londres, 1885
Amy Malory
Con Derek en Mansión Malory
Justo en el instante en el Magda me abotonaba el vestido, Derek entró en mi habitación. Me giré obligando a Magda a hacerlo también. Frente a mi estaba mi hermano perfectamente vestido con un frac negro, chaleco blanco y sus guantes en la mano.
-Hola, preciosa. ¿Cómo estás? ¿Nerviosa? ¿Emocionada?
- Estoy deseando que el cochero llegue para llevarnos a casa de Lord Sussex – protesté -. No sé porqué madre ha rehusado la invitación de Lady Sussex para que me acicalase en su casa. Seguramente el vestido se arrugue durante el trayecto y al llegar allí cualquier sirviente deberá volver a plancharlo… y no me fío de las sirvientes de los demás. Y madre lo sabe.
Suspiré llena de indignación al tiempo que estiraba uno de mis brazos para que Madga me pusiera uno de los guantes.
- Por lo demás, este ha sido el día mas largo de mi vida. Parece que la noche no vaya a llegar nunca, ni los días que me esperan. Al fin seré tratada como una adulta – sonreí -. Y, no lo voy a negar, estoy deseando ser cortejada. Podré deslumbrar a mis pretendientes con mi inteligencia y dejaré de ser la niña de los Malory, incluso para tus amigos- Reí. Derek se había puesto pálido - Lord Montgomery es bastante apuesto y su padre posee un ducado si no me equivoco, y me he dado cuenta de cómo me mira…
- Incluso un ciego se daría cuenta de cómo la mira, Milady- apostilló Magda ajustando el guante- . Ya la veía así hace unos meses, incluso cuando su madre la obligaba a llevar los vestidos infantiles que tanto odiáis.
Asentí sonriendo, dándole la razón. Sin embargo, Derek no parecía divertirse.
- ¿Vas a salir? – pregunté intentando cambiar de tema -. No te lo voy a reprochar, pero intenta ser puntual. No te perdonaría que te perdieras el vals. Además, espero que me reserves algún baile. También podrías solicitar otro a Lady Ackerman – dejé caer -. Es encantadora y esta también es su temporada de debutante. Podríais hacer buenas migas y quien sabe – sonreí de medio lado – quizás nos des la sorpresa y sientes la cabeza. Ya sabes lo que piensa padre de que seas un libertino.
Con Derek en Mansión Malory
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-Hola, preciosa. ¿Cómo estás? ¿Nerviosa? ¿Emocionada?
- Estoy deseando que el cochero llegue para llevarnos a casa de Lord Sussex – protesté -. No sé porqué madre ha rehusado la invitación de Lady Sussex para que me acicalase en su casa. Seguramente el vestido se arrugue durante el trayecto y al llegar allí cualquier sirviente deberá volver a plancharlo… y no me fío de las sirvientes de los demás. Y madre lo sabe.
Suspiré llena de indignación al tiempo que estiraba uno de mis brazos para que Madga me pusiera uno de los guantes.
- Por lo demás, este ha sido el día mas largo de mi vida. Parece que la noche no vaya a llegar nunca, ni los días que me esperan. Al fin seré tratada como una adulta – sonreí -. Y, no lo voy a negar, estoy deseando ser cortejada. Podré deslumbrar a mis pretendientes con mi inteligencia y dejaré de ser la niña de los Malory, incluso para tus amigos- Reí. Derek se había puesto pálido - Lord Montgomery es bastante apuesto y su padre posee un ducado si no me equivoco, y me he dado cuenta de cómo me mira…
- Incluso un ciego se daría cuenta de cómo la mira, Milady- apostilló Magda ajustando el guante- . Ya la veía así hace unos meses, incluso cuando su madre la obligaba a llevar los vestidos infantiles que tanto odiáis.
Asentí sonriendo, dándole la razón. Sin embargo, Derek no parecía divertirse.
- ¿Vas a salir? – pregunté intentando cambiar de tema -. No te lo voy a reprochar, pero intenta ser puntual. No te perdonaría que te perdieras el vals. Además, espero que me reserves algún baile. También podrías solicitar otro a Lady Ackerman – dejé caer -. Es encantadora y esta también es su temporada de debutante. Podríais hacer buenas migas y quien sabe – sonreí de medio lado – quizás nos des la sorpresa y sientes la cabeza. Ya sabes lo que piensa padre de que seas un libertino.
Última edición por Gaia el 20/02/11, 11:44 pm, editado 1 vez
Re: Prólogo. Londres, 1885
Sitúo y más tarde respondo.
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Re: Prólogo. Londres, 1885
Veronica Framco --> ENCONTRABLE
Última edición por Gaia el 24/01/11, 05:12 am, editado 1 vez (Razón : Edité el color porque quedaba molesto a la vista =). Sorry!)
Invitado- Invitado
Re: Prólogo. Londres, 1885
Danielle "Danny" Doe
con Malachias Swithal
Entrar en la casa no resultó complicado. Aún no habiendo ninguna lámpara encendida, la luz entraba a raudales a causa de tantas ventanas abiertas. No es que yo necesitara luz, estaba acostumbrada a trabajar en la oscuridad, pero resultaba una gran ayuda.
Me encaminé al vestíbulo y subí al segundo piso por la escalera alfombrada. Allí todas las puertas estaban cerradas. Era una casa muy grande. Me debatí pensando por que lado empezar a buscar decidiéndome por el ala norte. Allí había menos puertas por lo que era fácil deducir que las habitaciones más espaciosas estaban por ese lado. Los dormitorios.
Acerté. La cuarta puerta que abrí resultó ser el dormitorio principal. Entré con movimientos silenciosos y calmados cerrando la puerta tras de mí. Me dirigí al escritorio. El último cajón contenía un cofre, estaba cerrado con llave pero sin cerrojo o candado. El dueño de la casa se pasaba de confiado.
Levanté la tapa encontrándome con un montón de joyas desparramadas. No sólo anillos sino también pulseras, collares, broches... De hecho, la mayoría de las joyas eran femeninas. Hundí mis manos en el botín, dispuesta a llenarme los bolsillos cuando un ronquido proveniente de la cama me sobresaltó. Me acurruqué contra el escritorio intentando pasar desapercibida si el hombre se despertaba. ¿No se suponía que la casa estaba vacía?
El hombre de la cama volvió a roncar, se revolvió y tosió un par de veces. Parecía muy enfermo. Tragué saliva mientras un sudor frío recorría mi frente y las palmas de mis manos. ¿Y si moría estando yo aquí? Ya me veía acusada de homicidio y condenada a la horca. Deseé fundirme con el escritorio, estaba totalmente paralizada.
Me llevó un momento darme cuenta de que el hombre volvía a descansar placidamente. Aterrada, no perdí tiempo en salir de allí. La casa no estaba vacía, regresaría en otro momento y acabaría el trabajo pero no con el señor de la casa en el mismo lugar del robo.
En el piso inferior todo estaba tranquilo. Regresé a la habitación por la que había entrado… tropezando con algo. La caída me cogió por sorpresa. Si había algo que no era, era ser torpe y cuando había entrado, allí no había nada con lo que tropezar. Cuando me volví, encontré a un muchacho apuntándome con un revolver. Me quedé tan rígida que incluso dejé de respirar.
- Has ido a dar con alguien muy cabreado en una noche muy nefasta.
Aquel tipo era ágil y desconfiado, no cabía duda, y también astuto. Lástima que no fuera un imbécil. Pero tenía las manos rápidas y me apuntaba con un arma. Estaba en todo su derecho de disparar primero y averiguar después que estaba yo haciendo allí. En mis adentros, lo maldije y me maldije a mí misma.
Su uniforme y el hecho de que echase un vistazo a la habitación, me hizo deducir que no era uno de los propietarios de la casa. Seguramente sólo era un bobi buscando un ascenso. De todo Londres me había encontrado con el único policía que se tomaba en serio su trabajo. Maravilloso.
- Vaya, parece que estamos fastidiados, niña. Tu vida o, en su defecto, tu estancia permanente en un calabozo de mala muerte está en manos de un poseso, y a mí me duele la cabeza.
Gemí para mis adentros. Ya podía imaginarme el ruido de la puerta de la cárcel al cerrarse tras de mí y comenzaba a tener nauseas. Sacando valor de donde no lo había, me levanté del suelo lentamente, intentando no hacer ningún movimiento brusco. No quería un balazo de recuerdo.
- No hay necesidad de armas, amigo – le dije al tipo -.Trabajo aquí, como sirvienta de cocina. He salido esta tarde sin permiso a las celebraciones de Whitechapel e intentando incorporarme a mi trabajo sin ser descubierta, he decidido no llamar a la puerta. El señor es aficionado a enseñarnos obediencia con la vara. – puse mi mejor mueca fingida de dolor intentando dar lástima. Ahora mismo me alegraba de no tener los bolsillos llenos de joyas.
con Malachias Swithal
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Me encaminé al vestíbulo y subí al segundo piso por la escalera alfombrada. Allí todas las puertas estaban cerradas. Era una casa muy grande. Me debatí pensando por que lado empezar a buscar decidiéndome por el ala norte. Allí había menos puertas por lo que era fácil deducir que las habitaciones más espaciosas estaban por ese lado. Los dormitorios.
Acerté. La cuarta puerta que abrí resultó ser el dormitorio principal. Entré con movimientos silenciosos y calmados cerrando la puerta tras de mí. Me dirigí al escritorio. El último cajón contenía un cofre, estaba cerrado con llave pero sin cerrojo o candado. El dueño de la casa se pasaba de confiado.
Levanté la tapa encontrándome con un montón de joyas desparramadas. No sólo anillos sino también pulseras, collares, broches... De hecho, la mayoría de las joyas eran femeninas. Hundí mis manos en el botín, dispuesta a llenarme los bolsillos cuando un ronquido proveniente de la cama me sobresaltó. Me acurruqué contra el escritorio intentando pasar desapercibida si el hombre se despertaba. ¿No se suponía que la casa estaba vacía?
El hombre de la cama volvió a roncar, se revolvió y tosió un par de veces. Parecía muy enfermo. Tragué saliva mientras un sudor frío recorría mi frente y las palmas de mis manos. ¿Y si moría estando yo aquí? Ya me veía acusada de homicidio y condenada a la horca. Deseé fundirme con el escritorio, estaba totalmente paralizada.
Me llevó un momento darme cuenta de que el hombre volvía a descansar placidamente. Aterrada, no perdí tiempo en salir de allí. La casa no estaba vacía, regresaría en otro momento y acabaría el trabajo pero no con el señor de la casa en el mismo lugar del robo.
En el piso inferior todo estaba tranquilo. Regresé a la habitación por la que había entrado… tropezando con algo. La caída me cogió por sorpresa. Si había algo que no era, era ser torpe y cuando había entrado, allí no había nada con lo que tropezar. Cuando me volví, encontré a un muchacho apuntándome con un revolver. Me quedé tan rígida que incluso dejé de respirar.
- Has ido a dar con alguien muy cabreado en una noche muy nefasta.
Aquel tipo era ágil y desconfiado, no cabía duda, y también astuto. Lástima que no fuera un imbécil. Pero tenía las manos rápidas y me apuntaba con un arma. Estaba en todo su derecho de disparar primero y averiguar después que estaba yo haciendo allí. En mis adentros, lo maldije y me maldije a mí misma.
Su uniforme y el hecho de que echase un vistazo a la habitación, me hizo deducir que no era uno de los propietarios de la casa. Seguramente sólo era un bobi buscando un ascenso. De todo Londres me había encontrado con el único policía que se tomaba en serio su trabajo. Maravilloso.
- Vaya, parece que estamos fastidiados, niña. Tu vida o, en su defecto, tu estancia permanente en un calabozo de mala muerte está en manos de un poseso, y a mí me duele la cabeza.
Gemí para mis adentros. Ya podía imaginarme el ruido de la puerta de la cárcel al cerrarse tras de mí y comenzaba a tener nauseas. Sacando valor de donde no lo había, me levanté del suelo lentamente, intentando no hacer ningún movimiento brusco. No quería un balazo de recuerdo.
- No hay necesidad de armas, amigo – le dije al tipo -.Trabajo aquí, como sirvienta de cocina. He salido esta tarde sin permiso a las celebraciones de Whitechapel e intentando incorporarme a mi trabajo sin ser descubierta, he decidido no llamar a la puerta. El señor es aficionado a enseñarnos obediencia con la vara. – puse mi mejor mueca fingida de dolor intentando dar lástima. Ahora mismo me alegraba de no tener los bolsillos llenos de joyas.
Última edición por Gaia el 23/01/11, 11:34 pm, editado 1 vez
Re: Prólogo. Londres, 1885
Ella Kingsley
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Sentada frente al espejo del tocador, contemplaba fijamente mi reflejo. Mi rostro pronto se convirtió en el de una desconocida. Un conjunto de rasgos sin expresión, una máscara austera y seria, carente de rastro humano. Apenas un espectro de luz y sombra, una sustancia visible y lejana, me sonreía hieráticamente como si se burlara de mi destino.
Había dejado en suspenso mis pensamientos, inmune al parloteo incesante de la humanidad, que se filtraba por las ranuras de una ventana mal cerrada.
La noche había caído en la ciudad de Londres y en la más profunda soledad, me había despertado. Jared, mi eterno compañero, había desparecido, probablemente en busca de un alma perdida de la que saciarse.
Su antigüedad le permitía reducir las necesarias horas de letargo de nuestra condición entre otras ventajas, recordándome una y otra vez mi vulnerable posición en nuestra pequeña jerarquía.
A penas cien años llevaba siendo una inmortal y aunque había saboreado los placeres de una vida de semejante calibre podía ofrecer, aun había un enorme vacío en mi espíritu que me resultaba imposible de suplir.
Con las manos desnudas, acaricie un mechón de mis rubios cabellos y lo hice caer hacia atrás para despejar completamente mi rostro. Estaba preparándome para una velada entre mortales obsesionados con las apariencias y el decoro, y pasearme entre ellos requería un cuidado especial de protocolo.
Trabajé los detalles de mi apariencia con precisión y parsimonia hasta que alguien llamó a la puerta. Sentí mi corazón desbocarse como si aun pudiera seguir latiendo, fruto de la absurda esperanza de que Jared quisiera acompañarme durante los momentos previos a la fiesta.
Al abrirse la puerta, la decepción se presentó en forma de sirvienta.
- Lady Kingsley, soy la señorita Milles, su nueva dama de compañía.- Se presentó.- Su hermano me dijo que estaba descansando y que no la molestara. Pero empezaba a pensar que algo podría haberle pasado. No tenía ni idea de que usted sola estaba acicalándose.
- Mi hermano…- Repetí innecesariamente, consciente de mi frustración.
La señorita Milles se quedó mirándome expectante mientras yo recorría todo su contorno con la mirada. Pude observar cómo se ruborizaba, y mis ojos se clavaron en su joven y terso cuello.
- Le ayudaré a vestirse.- Informó incomoda, en un intento de romper la tensión que mi osada actitud le había causado.
Hizo una señal y dos muchachas entraron a la habitación cargadas de vestidos. Uno por uno me fueron expuestos para recibir mi aprobación. Jared se había ocupado de renovar mi vestuario, pero también desentendido a que yo pudiera mostrar opinión, delegando funciones en la señortia Milles.
Cuando hubo elegido el atuendo de la noche, las muchachas abandonaron la habitación, y la señorita Milles comenzó la difícil tarea de ajustarme el corsé.
La proximidad de su cuerpo empezaba a despertar mi sed, y maldije a Jared por olvidar mis necesidades más importantes. Sabía que me estaba poniendo a prueba, ya que aun no se fiaba de mi instinto. A mi parecer era del todo innecesario. Detestaba el empeño de mi familia en querer comportarse como mortales, cuando todos teníamos claro que nos asemejábamos más a los dioses.
-Levante los brazos querida.- Me ordenó y dejó deslizarse el verde vestido por mi cabeza.
Muy concentrada empezó a colocar alfileres sobre la tela para marcar los dobladillos, y luego con destreza, empezó a atravesar la seda con la aguja.
- Sobre la mesa he dejado la escárpela que deberá llevar en el pelo. ¿es de su agrado?- Comentó rompiendo el silencio.
Mi mirada se dirigió al lugar indicado y me vi obligada a asentir. ¿Dónde estaba Jared?
-¡Ay!- Protestó. Un alfiler había atravesado su dedo y una gota de sangre cayó al suelo inundando mi olfato con su potente aroma. Los ojos se me abrieron más de la cuenta y mi cuerpo se estremeció. Maldita sea, no podía resistirlo.
- No le he manchado el vestido, menos mal querida.
- Si, menos mal.- Me esforcé en decir, en un vago intento de distraerme.
La señorita Milles se incorporó y pude ver con mis propios ojos la minúscula pero tentadora herida.
-Déjeme ver. – Me escuché decir, perdiendo el control.
-Oh, no se preocupe. No ha sido nada.- replicó ella nerviosa.
Incapaz de continuar conteniéndome agarré su brazo y la mire a los ojos.
-Tiene usted unas manos preciosas. No debería lastimárselas.
-¡Oh! Gracias.- Exclamó ella, totalmente dócil a mi fija mirada.
Me acerqué su dedo a la boca, lujuriosamente deseosa de probar a la dulce señorita Milles, cuando su voz, dura y masculina, pronunció mi nombre a forma de tajante interrupción.
Había dejado en suspenso mis pensamientos, inmune al parloteo incesante de la humanidad, que se filtraba por las ranuras de una ventana mal cerrada.
La noche había caído en la ciudad de Londres y en la más profunda soledad, me había despertado. Jared, mi eterno compañero, había desparecido, probablemente en busca de un alma perdida de la que saciarse.
Su antigüedad le permitía reducir las necesarias horas de letargo de nuestra condición entre otras ventajas, recordándome una y otra vez mi vulnerable posición en nuestra pequeña jerarquía.
A penas cien años llevaba siendo una inmortal y aunque había saboreado los placeres de una vida de semejante calibre podía ofrecer, aun había un enorme vacío en mi espíritu que me resultaba imposible de suplir.
Con las manos desnudas, acaricie un mechón de mis rubios cabellos y lo hice caer hacia atrás para despejar completamente mi rostro. Estaba preparándome para una velada entre mortales obsesionados con las apariencias y el decoro, y pasearme entre ellos requería un cuidado especial de protocolo.
Trabajé los detalles de mi apariencia con precisión y parsimonia hasta que alguien llamó a la puerta. Sentí mi corazón desbocarse como si aun pudiera seguir latiendo, fruto de la absurda esperanza de que Jared quisiera acompañarme durante los momentos previos a la fiesta.
Al abrirse la puerta, la decepción se presentó en forma de sirvienta.
- Lady Kingsley, soy la señorita Milles, su nueva dama de compañía.- Se presentó.- Su hermano me dijo que estaba descansando y que no la molestara. Pero empezaba a pensar que algo podría haberle pasado. No tenía ni idea de que usted sola estaba acicalándose.
- Mi hermano…- Repetí innecesariamente, consciente de mi frustración.
La señorita Milles se quedó mirándome expectante mientras yo recorría todo su contorno con la mirada. Pude observar cómo se ruborizaba, y mis ojos se clavaron en su joven y terso cuello.
- Le ayudaré a vestirse.- Informó incomoda, en un intento de romper la tensión que mi osada actitud le había causado.
Hizo una señal y dos muchachas entraron a la habitación cargadas de vestidos. Uno por uno me fueron expuestos para recibir mi aprobación. Jared se había ocupado de renovar mi vestuario, pero también desentendido a que yo pudiera mostrar opinión, delegando funciones en la señortia Milles.
Cuando hubo elegido el atuendo de la noche, las muchachas abandonaron la habitación, y la señorita Milles comenzó la difícil tarea de ajustarme el corsé.
La proximidad de su cuerpo empezaba a despertar mi sed, y maldije a Jared por olvidar mis necesidades más importantes. Sabía que me estaba poniendo a prueba, ya que aun no se fiaba de mi instinto. A mi parecer era del todo innecesario. Detestaba el empeño de mi familia en querer comportarse como mortales, cuando todos teníamos claro que nos asemejábamos más a los dioses.
-Levante los brazos querida.- Me ordenó y dejó deslizarse el verde vestido por mi cabeza.
Muy concentrada empezó a colocar alfileres sobre la tela para marcar los dobladillos, y luego con destreza, empezó a atravesar la seda con la aguja.
- Sobre la mesa he dejado la escárpela que deberá llevar en el pelo. ¿es de su agrado?- Comentó rompiendo el silencio.
Mi mirada se dirigió al lugar indicado y me vi obligada a asentir. ¿Dónde estaba Jared?
-¡Ay!- Protestó. Un alfiler había atravesado su dedo y una gota de sangre cayó al suelo inundando mi olfato con su potente aroma. Los ojos se me abrieron más de la cuenta y mi cuerpo se estremeció. Maldita sea, no podía resistirlo.
- No le he manchado el vestido, menos mal querida.
- Si, menos mal.- Me esforcé en decir, en un vago intento de distraerme.
La señorita Milles se incorporó y pude ver con mis propios ojos la minúscula pero tentadora herida.
-Déjeme ver. – Me escuché decir, perdiendo el control.
-Oh, no se preocupe. No ha sido nada.- replicó ella nerviosa.
Incapaz de continuar conteniéndome agarré su brazo y la mire a los ojos.
-Tiene usted unas manos preciosas. No debería lastimárselas.
-¡Oh! Gracias.- Exclamó ella, totalmente dócil a mi fija mirada.
Me acerqué su dedo a la boca, lujuriosamente deseosa de probar a la dulce señorita Milles, cuando su voz, dura y masculina, pronunció mi nombre a forma de tajante interrupción.
Re: Prólogo. Londres, 1885
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●Llegando a la fiesta Malory
●Ft. Travel y su madre
Los últimos rayos de sol que penetraban por el ventanal de mi alcoba dibujaban bonitas y curiosas formas sobre la caída de mi vestido color rosa palo. Éste, sin duda alguna sería un vestido admirado y de seguro muy comentado, ya que no solo combinaba los mejores tules y sedas del país, sino que lo había bordado las mejores manos del mundo de la moda. Con una cinta de encaje rodeandome la cintura y una discreta pero carísima diadema luciendo en el cabello, además de admirada y comentada, sería envidia por más de una... y eso desde luego que me encantaba. Por último, una pulsera en oro con pequeñas turquesas incrustadas me daban el toque perfecto de gran distinción, y si por si alguien no me conociera en el lugar, cosa que dudaba, sabría que provenía de buena familia y que sin duda alguna resultaría un buen partido.
Le dije a Dorotha que podía retirarse una vez que terminamos de arreglarme y en ese mismo instante interrumpió en la habitación mi madre a toda prisa y preocupada porque mi hermano no había aparecido. Obviamente ella no quería que llegaramos tarde a nuestro destino, la fiesta que daba ésta noche Lord Sussex y para la que con tanto esmero me había arreglado, y por supuesto yo tampoco, pero aún así la tranquilicé, ya que de seguro Travel estaría a punto de llegar.
Bajamos a la sala de estar y le pedí de nuevo a Dorotha, la cual estaba siempre cerca de mí si no le pedía lo contrario expresamente ya que su deber era atenderme solo a mi la mayor parte del día, que nos preparara un té. No tardó demasiado, ella sabía perfectamente que yo no era una mujer a la que le gustara esperar, y madre y yo pudimos conversar y degustar aquel té tan rico.
Como esperaba, Travel no tardó mucho en hacer su aparición en la sala y noté como madre relajaba sus facciones, tan tensas hasta el momento. Mi hermano avisó de que iría a cambiarse y nos iríamos.
-Madre, voy a salir un momento mientras mi hermano se cambia. Necesito tomar un poco el aire y la que necesita tranquilizarse ahora soy yo, ya que me encuentro algo nerviosa por el encuentro de ésta noche con Mr. Sean Andrews.
A madre le pareció una excelente idea y me dejó marchar, no sin antes advertirme que tuviera cuidado de no despeinar mi precioso recogido. Asentí y me dirigí a las puertas de la casa, en donde avisé a Dorotha que no me acompañara fuera. Ésta vez quería intimidad y no quería tener testigos de nada.
Me dirigí a las caballerizas a toda prisa. No sabía exactamente el tiempo en que Travel estaría preparado para partir y me adentré en ellas, cerciorandome antes de que no había ningún curioso observando.
El olor a heno me envolvió enseguida. Esperaba que no penetrara en las telas de mi vestido o mi madre se enteraría de mi fugaz visita al mozo de los caballos.
-Estás preciosa Sybelle, -la voz de Phillipe me sobresaltó y dirigí mi mirada hacía el, el cual avanzaba hacía mí- realmente bonita
-Sabes que no debes llamarme Sybelle
-Lo se, pero aquí no hay nadie que nos escuche. Ya te has cerciorado tu de ello ¿verdad?
Sonreí de lado y di una vuelta sobre mi misma.
-Solo venía a que vieras que también estoy muy bella vestida de gala y no solo desnuda y con el pelo lleno de paja.- Reí ligeramente y noté como su sonrisa se ampliaba. -También he de decirte, querido Phillipe, que muy posiblemente hoy sea la última vez que nos veamos a solas y en éstas circunstancias. Voy a conquistar sí o sí a un futuro Lord y heredero de unas industrias muy importantes y pretendo convertirme en su prometida. Asi que como podrás comprender...
-¿Ya te he dicho lo que odio ser un simple mozo y no tener un noble apellido para poder llevarte a mi lecho cada vez que quiera y no tener que ir mendigando tu amor?
-¿Amor? ¿Porqué le llamas amor cuando quieres decir....? Bueno, tu ya me entiendes. Y sí, me lo has dicho muchas veces, pero cariño, la vida no es justa para nadie.- Puse cara de pensativa, aunque realmente sabía perfectamente lo que iba a decir a continuación sin necesidad de pensar nada. - Aunque está claro que para algunos es más injusta que para otros. - Reí alegremente y comencé a alejarme de Phillipe, en dirección a la puerta.- Bueno querido, he de irme, mi futuro esposo me espera.- Le lancé un beso al aire y
llegué hasta la puerta.
-Sybelle, ¿puedo decirte una cosa?- me giré y le miré seria, aunque esperando a que hablara. En el fondo me apenaba tener que dejar mis encuentros nocturnos con Phillipe, aunque era un simple trabajador, era un excelente amante.- Perdón, quise decir, Lady McCrow. Deseo de todo corazón que no tenga éxito ésta noche en su propósito. - Una mueca de desagrado y furia fue en lo que se convirtiño mi rostro.- No se lo tome a mal, pero envidio como un loco al que sea su futuro esposo, y tan solo quiero que el momento en que usted se comprometa tarde lo más posible.
-Tu dedícate a lo tuyo mozo, que es limpiar cuadras y cepillar a los caballos y no te metas donde no te llaman.- Le miré con desprecio y giré el pomo de madera de aquella gran puerta para salir de los establos. De fondo pude oir como Phillipe me llamaba, pero lo ignoré por completo y me dirigí a paso ligero hasta la mansión. Cuando llegué Travel bajaba las escaleras y madre y yo nos encontramos en el vestíbulo.
-¿Bien damas partimos?Mi padre está ocupado de nuevo...así que no vendrá con nosotros
No se porqué, no me extrañaba. Y a madre tampoco debió extrañarle ya que no comentó nada.
El carruaje nos recogió en la puerta de la mansión y Travel nos ayudó a subir, como buen caballero que era.
Mi hermano se sentó frente a mí, y madre a mi lado, la cual pronto comenzó a hablarme de las diferente familias que asistirían a la fiesta.
-¿Te acuerdas de Lady Gabriella de Shelley? Pues bien, me he enterado de que está en cinta. Eso ha caído como un jarro de agua fria para su familia, que han pensado en mandarla a un internado en Francia en donde se encargan de...esas cosas, ya sabes. -Ella se rió, estaba encantada con la noticia, y yo también, mi gran sonrisa así lo atestiguaba.- El caso es que ésta noche, por obvias razones, la joven Shelley no podrá asistir a la fiesta. Y ya sabes que significa eso ¿verdad hija mía?
-Claro madre, menos competencia- dije conservando aún la sonrisa en mis labios.
Madre me puso al día de unas cuantas jovenes más de las que tendría que tener vigiladas y me fijé en que Travel no había dicho palabra.
-¿Te aburrimos, hermano?- le pregunté, no de mala manera; tan solo para abrir conversación con el- ¿o acaso hay alguna bella dama que te tiene sumido en profundos pensamientos de lujuria y pasión y no te deja ser participe de nuestra conversación?
-¡Sybelle! ¡Controla tu lenguaje!
-Perdón madre, solo intentaba captar un poco la atención de tu hijo, el cuál parece estar ausente siempre que se encuentra con nosotras. - De pequeña adoraba a mi hermano. Le perseguía a todas partes y el me trataba amablemente. Ultimamente eramos como completos desconocidos. No sabía nada de el y el no sabía nada de mi. En el fondo me apenaba la situación, pero no era yo la que la había buscado.- Por lo menos me permitirás entrar a la mansión de tu brazo ¿verdad? Hay modales que no deberían perderse aún haciendo el vacío a tu familia.
El cochero nos avisó de que estabamos llegando.
- Spoiler:
- Siento mucho que me haya quedado taaaan largo. ¡Intentaré recortarlos a partir de ahora!
Última edición por coralιne el 25/01/11, 01:17 am, editado 1 vez
coralιne- Holgazán
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Localización : In the Middle of Nowhere
Re: Prólogo. Londres, 1885
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-Malditos¡¡¡sois todos unos malditos¡¡....-bebí de mi botella de whisky derramando un tanto sobre mi camisa-Yo antes era uno de vosotros y ahora me ignorais....sois unos falsos y malditos burócratas, os creeis mejor que yo verdad¡¡¡??
Estaba delante de la casa de los Sussex gritando e increpando a los invitados de su fiesta, invitados que hacia menos de un año me habrían entregado la mano de su hija sin pensarselo dos veces...Yo antes era el heredero de los Withmore, era más rico que la mitad de los malditos invitados de esa asquerosa fiesta. Mi padre me habia desheredado y no contecto con dejarme en la calle mutilado y sin un centavo, se habia mudadocon mi madre a NY para no tener que ver mi horrible cara desfigurada. Y ahí estaba yo, borracho, sucio, tambaleandome frente a una mansión y gritando a la espera de que mandaran a la policía...
-Ohhh y aquí llegan las dulces señoritas...rameras vestidas de gala que desearian yacer conmigo si esta cicatriz no cruzara mi rostro...siii vosotras venir a ver lo que tengo aqui¡¡Decirle a todo el mundo que Kellan Whitmore III sigue vivo y busca una dama con la que fornicar, os haré llegar al cielo antes de descender a los infiernos en los que debeis estar..
Última edición por Alexia el 24/01/11, 10:27 pm, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Prólogo. Londres, 1885
Evelyn Sophia Gascoyne-Cecil
Estaba en mis aposentos, sentada en el tocador mirando hacia una pequeña caja de música abierta que mi madre me había regalado por mi décimo cumpleaños. Mis ojos yacían fijos allí, simplemente viendo el tintineo de la pequeña dama que daba vueltas sobre si al ritmo de la música en un lento y cantarín compas.
Aquella dama perfecta y elegantemente esculpida me parecía más libre que yo. La perfecta analogía para mi situación era la de un pequño pajaro expuesto a los elementos caprichosos en una jaula de oro. Así era como me veía. ¿Podía vislumbrarme en otra forma?
Esa misma mañana mi padre me había llamado a la biblioteca. Me recibio con un gesto serio. Al parecer, mi padre había recibido una respuesta que esperaba.
Allí me enteré, gracias a un sobre lacrado, que todas mis esperanzas de volar libre y ejercer mi derecho a ser una chica que deseaba cumplir sus aspiraciones y metas, no iban a ser tal. Como árbol joven ante el filo del hacha del leñador, mis sueños quedaron truncados y cayeron a tierra en un momento y con un certero golpe. Había concertado mi matrimonio y con él, una jugosa alianza para sus planes de ascenso al parlamento.
Consternada intenté razonar con él, pero no hablaba con mi padre, ante mí sólo hallé a Lord Cecil. Todo intento de alegar para evitarlo fue completamente atajado cuando se levantó de su asiento, vino hacia mi y me encaró con fuerza, por un segundo pensé que levantaría su mano contra mi.
Resignádnome a mi suerte, subí las escalaras hasta mi habitación y desde aquel momento me quede encerrada entre aquellas cuatro paredes, sabiendo que había dejado de ser su pequeña para convertirme en la moneda de cambio a sus pretensiones y que, por el bien de mi familia, debía renunciar y ser "la joven que todos esperan y debes ser"
Unos toques en mi puerta me distrajeron, pero no contesté. Instantes después la puera se abrió y Agnes, mi dama de compañía entró en la habitación.
-Señorita, es la hora de prepararse para la recepción en casa de Lord Sussex.
-Agnes, no voy a ir, no es posible.
-Su padre ha dado su permiso.
Mi cabeza se giró de forma súbita. Mi padre sabía que llevaba semanas preparando lo necesario para aquel encuentro de sociedad al cual iba a asistir, por primera vez, de forma más independiente, haciendo mi entrada antes que mis progenitores.
-De hecho- Continuó Agnes.- Su padre ya se ha preparado y dispuesto el carruaje donde van a acudir.
-¿Y mi madre?
-No viene.
Aquello me resultó desconcertante, la miré de nuevo cabizbaja y maldiciendo por dentro. ¿Qué podía hacer? De momento preservar apariencias y actitudes hasta encontrar una posible y casi improbable solución.
Con un suspiro lleno de retazos de melancolía, Agnes dispuso el baño, y cuando me hube perfumado y adecentado, me ayudó a terminar de arreglar el resto de mi vestuario y aspecto.
-Por fin querida...-Dijo mi padre una vez entré al carruaje que nos esperaba a la entrada.
-Padre...
-Espero que esta noche estés a la altura.
Lo miré directamente con odio, él, simplemente agarró firmemente su bastón y frunció ligeramente el ceño.
-Si padre.
-Bien, eres un ejemplo de joven en estos tiempos y así ha de seguir, eres mi orgullo Evelyn.
-Gracias.- Contesté bajando la mirada y dejando que mis ojos se perdieran entre las formas que pasaban ante nosotros mientras íbamos hacia nuestro destino y el final de todo cuanto yo anhelaba para mi futuro.
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Aquella dama perfecta y elegantemente esculpida me parecía más libre que yo. La perfecta analogía para mi situación era la de un pequño pajaro expuesto a los elementos caprichosos en una jaula de oro. Así era como me veía. ¿Podía vislumbrarme en otra forma?
Esa misma mañana mi padre me había llamado a la biblioteca. Me recibio con un gesto serio. Al parecer, mi padre había recibido una respuesta que esperaba.
Allí me enteré, gracias a un sobre lacrado, que todas mis esperanzas de volar libre y ejercer mi derecho a ser una chica que deseaba cumplir sus aspiraciones y metas, no iban a ser tal. Como árbol joven ante el filo del hacha del leñador, mis sueños quedaron truncados y cayeron a tierra en un momento y con un certero golpe. Había concertado mi matrimonio y con él, una jugosa alianza para sus planes de ascenso al parlamento.
Consternada intenté razonar con él, pero no hablaba con mi padre, ante mí sólo hallé a Lord Cecil. Todo intento de alegar para evitarlo fue completamente atajado cuando se levantó de su asiento, vino hacia mi y me encaró con fuerza, por un segundo pensé que levantaría su mano contra mi.
Resignádnome a mi suerte, subí las escalaras hasta mi habitación y desde aquel momento me quede encerrada entre aquellas cuatro paredes, sabiendo que había dejado de ser su pequeña para convertirme en la moneda de cambio a sus pretensiones y que, por el bien de mi familia, debía renunciar y ser "la joven que todos esperan y debes ser"
Unos toques en mi puerta me distrajeron, pero no contesté. Instantes después la puera se abrió y Agnes, mi dama de compañía entró en la habitación.
-Señorita, es la hora de prepararse para la recepción en casa de Lord Sussex.
-Agnes, no voy a ir, no es posible.
-Su padre ha dado su permiso.
Mi cabeza se giró de forma súbita. Mi padre sabía que llevaba semanas preparando lo necesario para aquel encuentro de sociedad al cual iba a asistir, por primera vez, de forma más independiente, haciendo mi entrada antes que mis progenitores.
-De hecho- Continuó Agnes.- Su padre ya se ha preparado y dispuesto el carruaje donde van a acudir.
-¿Y mi madre?
-No viene.
Aquello me resultó desconcertante, la miré de nuevo cabizbaja y maldiciendo por dentro. ¿Qué podía hacer? De momento preservar apariencias y actitudes hasta encontrar una posible y casi improbable solución.
Con un suspiro lleno de retazos de melancolía, Agnes dispuso el baño, y cuando me hube perfumado y adecentado, me ayudó a terminar de arreglar el resto de mi vestuario y aspecto.
-Por fin querida...-Dijo mi padre una vez entré al carruaje que nos esperaba a la entrada.
-Padre...
-Espero que esta noche estés a la altura.
Lo miré directamente con odio, él, simplemente agarró firmemente su bastón y frunció ligeramente el ceño.
-Si padre.
-Bien, eres un ejemplo de joven en estos tiempos y así ha de seguir, eres mi orgullo Evelyn.
-Gracias.- Contesté bajando la mirada y dejando que mis ojos se perdieran entre las formas que pasaban ante nosotros mientras íbamos hacia nuestro destino y el final de todo cuanto yo anhelaba para mi futuro.
Invitado- Invitado
Re: Prólogo. Londres, 1885
Jared Kingsley
“Todo había quedado dispuesto de forma presurosa pero eficaz. Sonreí gustosamente cuando observé el lugar ya dispuesto. Pronto Ella recabaría a mi lado y todo debía estar a la altura. Un siglo, había compartido ya un siglo junto a mí y no podía dejar de regocijarme como el primer día cuando, en cualquier villa o burgo las miradas se tornaban hacia nosotros. Sea cual fuere el lugar y nombre, nuestra presencia, aunque discreta y armoniosa, no era inadvertida. Y ahora nuestra parada era Londres.”
Me hallaba en el London Bridge, en la cima de una de sus torres, dejando que mi memoria nadase en las reminiscencias de mi llegada a
esta ciudad. Era nefasto pensar en los inconvenientes que presentaba pues sus pros eran bastante mayores y eclipsaban cuanto problema o duda que pudiera plantearse. Nos habíamos alejado de Bastian y Nyx en busca de un remanso de independencia. Adoro a mi familia, en cierto modo, pero para mí es primordial de disfrutar de un tiempo de ocio y espacio propios en donde dar rienda suelta a mis metas y deseos.
Londres ofrecía una sana diversión que estaba dispuesto a exprimir y un aliciente cuanto menos inesperado. Un consejo de vampiros al cual debía obediencia. Sonreí de buena gana. Y esa era mi palabra, respetaba su tratado y eso mismo juraría ante ellos, actuaria siempre conforme a ese respeto, si las circunstancias o mis apetencias me eran favorables para ello, claro está.
Gracias a la gélida brisa que se colaba entre los ojos del puente, un roído papel, llegó hasta mis pies. Antes de arrojarlo de nuevo como el despojo que era, observé la noticia de una nueva desaparición. Cabecee de forma negativa.
-¿Acaso mis congéneres no saben cómo ocultar sus huellas?
El viento pareció darme la razón en un particular silbido entre las torres. Una campana resonó en la noche londinense avisando de que era la hora de partir, un nuevo evento esperaba la llegada de los “hermanos Kingsley” y era el momento perfecto para aparecer en sociedad. Así, con esa misma premisa, descendí de la torre arrojando sin dilación el cuerpo sin vida de mi última víctima. Qué absurda había sido su actuación, de no haber tenido aquel comportamiento que me desagrado en tal grado, habría seguido respirando y quizá hubiera hecho que su vida tuviera un propósito o un final más decente pero mis buenas voluntades no son correspondidas a veces y este era el resultado pese a mis sabias advertencias y avisos.
Hecho aquello me sumergí en la noche y regresé al lado de mi querida y mortífera Ella. Nada más entrar vi como, además de estar preparada con las nuevas prendas que había dispuesto le llevaran, la ambrosia de la sangre de nuestra nueva criada le llamaba poderosamente a cometer un error más que fatal.
-Ella...-Dije a modo de saludo y haciendo un gesto a la mortal para que abandonase nuestra presencia. Una vez lo hubo hecho, me dirigí de nuevo a la pequeña rubia.
-Veo que estás casi preparada, nos ocuparemos de tus otras apetencias por el camino.
Dije acercándome donde se hallaba y besando su cuello. Qué puedo decir, era un dulce gusto que muy pocos iban a poder disfrutar. Una pequeña diosa rusa tan exuberante como hiriente. Sonreí con aquel pensamiento mientras mis ojos definieron su figura.
-Vas a ser la envidia de todas esas niñas ricas londinenses. ¿Vamos?
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Me hallaba en el London Bridge, en la cima de una de sus torres, dejando que mi memoria nadase en las reminiscencias de mi llegada a
esta ciudad. Era nefasto pensar en los inconvenientes que presentaba pues sus pros eran bastante mayores y eclipsaban cuanto problema o duda que pudiera plantearse. Nos habíamos alejado de Bastian y Nyx en busca de un remanso de independencia. Adoro a mi familia, en cierto modo, pero para mí es primordial de disfrutar de un tiempo de ocio y espacio propios en donde dar rienda suelta a mis metas y deseos.
Londres ofrecía una sana diversión que estaba dispuesto a exprimir y un aliciente cuanto menos inesperado. Un consejo de vampiros al cual debía obediencia. Sonreí de buena gana. Y esa era mi palabra, respetaba su tratado y eso mismo juraría ante ellos, actuaria siempre conforme a ese respeto, si las circunstancias o mis apetencias me eran favorables para ello, claro está.
Gracias a la gélida brisa que se colaba entre los ojos del puente, un roído papel, llegó hasta mis pies. Antes de arrojarlo de nuevo como el despojo que era, observé la noticia de una nueva desaparición. Cabecee de forma negativa.
-¿Acaso mis congéneres no saben cómo ocultar sus huellas?
El viento pareció darme la razón en un particular silbido entre las torres. Una campana resonó en la noche londinense avisando de que era la hora de partir, un nuevo evento esperaba la llegada de los “hermanos Kingsley” y era el momento perfecto para aparecer en sociedad. Así, con esa misma premisa, descendí de la torre arrojando sin dilación el cuerpo sin vida de mi última víctima. Qué absurda había sido su actuación, de no haber tenido aquel comportamiento que me desagrado en tal grado, habría seguido respirando y quizá hubiera hecho que su vida tuviera un propósito o un final más decente pero mis buenas voluntades no son correspondidas a veces y este era el resultado pese a mis sabias advertencias y avisos.
Hecho aquello me sumergí en la noche y regresé al lado de mi querida y mortífera Ella. Nada más entrar vi como, además de estar preparada con las nuevas prendas que había dispuesto le llevaran, la ambrosia de la sangre de nuestra nueva criada le llamaba poderosamente a cometer un error más que fatal.
-Ella...-Dije a modo de saludo y haciendo un gesto a la mortal para que abandonase nuestra presencia. Una vez lo hubo hecho, me dirigí de nuevo a la pequeña rubia.
-Veo que estás casi preparada, nos ocuparemos de tus otras apetencias por el camino.
Dije acercándome donde se hallaba y besando su cuello. Qué puedo decir, era un dulce gusto que muy pocos iban a poder disfrutar. Una pequeña diosa rusa tan exuberante como hiriente. Sonreí con aquel pensamiento mientras mis ojos definieron su figura.
-Vas a ser la envidia de todas esas niñas ricas londinenses. ¿Vamos?
Última edición por Leah el 25/01/11, 01:32 am, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Prólogo. Londres, 1885
Lord Travel McCrow
Con Sybelle y su Madre /En Fiesta Malory
No llevábamos mucho tiempo en el vehículo y realmente ya estaba harto de escuchar a mi hermana y mi madre cotilleando como unas verdaderas urracas sobre tantas y tantas cosas sin importancia, al menos no para mí, porque para ellas parecían significar casi lo mismo que toda su colección de joyas.
Yo me dedicaba a mirar por la ventanilla del carruaje mientras que ellas hablaban, podía observar todos esos sucios y malolientes vagabundos que sólo deambulaban por las calles sobretodo cuando el sol caía y la noche llegaba para dar su lúgubre encanto a toda la ciudad. Seguro que mi padre ahora se estaría deleitando en los tersos muslos de una de las chicas del White's Gentleman Club, ahí si que las féminas sabían hacer muy bien su trabajo, además no se asqueaban por un hombre de edad como mi padre, al contrario sabían manejarse muy bien para obtener más de lo que ganaban.
Mientras seguía observando por la ventanilla logré percatarme de aquél cuerpo que tan deliciosamente me venía tentando ya hace unos días, le había visto poco pero siempre a la misma hora cuando salía de la fábrica, no podía negar que mi cuerpo se encendía cada vez que desvestía con mis ojos cada parte de sí, su piel era blanca y lucía tan tersa como el algodón que usábamos en la maquila; su cabello negro y sedoso bailaba con el frío viento que a estas horas revoloteaba por las calles; su sola presencia casi me hacia percibir un olor dulce, pleno, de fresca y total juventud...un sólo vistazo que duraba segundos pero que me llenaba plácidamente ¿acaso haría algo por acercarme y acabar con este suplicio?, todo iría a su tiempo, después de todo nadie ni nada cedía ante el gran primogénito de los McCrow...
Sybelle: ¿Te aburrimos, hermano?- me pregunta Sybelle sacándome de mi mente, yo le miro de reojo y vuelvo la mirada por la ventanilla- ¿o acaso hay alguna bella dama que te tiene sumido en profundos pensamientos de lujuria y pasión y no te deja ser participe de nuestra conversación?-añade, vaya vaya ¿así que la niña sabe expresar aquellas palabras prohibidas para un doncella?, no dudo en soltar un ligera sonrisa...-
Lady McCrow: ¡Sybelle! ¡Controla tu lenguaje!-le dice mi madre con un gesto de sorpresa al esuchar que su ovejita sabe hablar más de la cuenta, incluso se abaniquea un poco para librarse del calor que le ha provocado el comentario de Sybelle-
-Perdón madre, solo intentaba captar un poco la atención de tu hijo, el cuál parece estar ausente siempre que se encuentra con nosotras. - ¿estará tramando algo?, Sybelle suele ser muy perspicaz e inteligente, eso no lo puedo negar, así que debo estar atento a cualquier de sus artimañas-Por lo menos me permitirás entrar a la mansión de tu brazo ¿verdad? Hay modales que no deberían perderse aún haciendo el vacío a tu familia.-despego la mirada de la ventanilla y me recargo en el respaldo de satín y terciopelo mirándole a ambas-
Travel: vamos Sybelle no quedrás empezar con sentimentalismos ahora ¿o si?, no quiero que tu maquillaje se corra y quedes mal con...¿como es que se llama tu caballero galante?...¡ah si!Andrews...-le digo soltando una sonrisa típica de mi- tranquila que no haré nada para dejarte mal ante él-añado mientras me acomodo la solapa del saco- sino que diría toda la comarca ¿cierto madre? hablarían días...meses..¡años!, de nuestra familia...-le digo a mi madre burlón mientras río un poco, enseguida el chofer nos hace saber que la llegada a la fiesta está próxima-
-Mis modales nunca fallan y lo sabes hermanita, así que cuenta con mi brazo esta noche, al menos el tiempo que sea necesario para guardar el porte ante los invitados- le digo mientras tomo mi bastón de marfil y enseguida le sonrío a Sybelle...de alguna forma no podía creer que hubo días en que nos llevábamos bien, incluso pudo haber cariño; ahora en cambio se que ella y mi madre actuarán a como de lugar para quedarse con mi fortuna, pero no...ellas no podrán hacer nada, no sin pasar sobre mi cadáver-
El carruaje se detiene, el chofer abre la puerta y yo salgo dándole la mano enseguida a las mujeres para que bajen, tomo del brazo a Sybelle y le sonrío mientras apoyo mi otra mano en mi elegante bastón.
- El número de quienes despiertan mis pensamientos de lujuría y pasión es mayor del que te imaginas...-le digo al oído a mi hermana con mirada pícara mientras mi madre termina por darle indicaciones al chofer; mi hermana no tiene idea de lo que esas dos palabras significan para mí ni nunca lo sabrá...esos misteriosos viajes de trabajo a las afueras de Londres son los momentos ideales en que mi más profundos deseos se desatan cayendo sobre las más tiernas y delicadas criaturas.
Con Sybelle y su Madre /En Fiesta Malory
No llevábamos mucho tiempo en el vehículo y realmente ya estaba harto de escuchar a mi hermana y mi madre cotilleando como unas verdaderas urracas sobre tantas y tantas cosas sin importancia, al menos no para mí, porque para ellas parecían significar casi lo mismo que toda su colección de joyas.
Yo me dedicaba a mirar por la ventanilla del carruaje mientras que ellas hablaban, podía observar todos esos sucios y malolientes vagabundos que sólo deambulaban por las calles sobretodo cuando el sol caía y la noche llegaba para dar su lúgubre encanto a toda la ciudad. Seguro que mi padre ahora se estaría deleitando en los tersos muslos de una de las chicas del White's Gentleman Club, ahí si que las féminas sabían hacer muy bien su trabajo, además no se asqueaban por un hombre de edad como mi padre, al contrario sabían manejarse muy bien para obtener más de lo que ganaban.
Mientras seguía observando por la ventanilla logré percatarme de aquél cuerpo que tan deliciosamente me venía tentando ya hace unos días, le había visto poco pero siempre a la misma hora cuando salía de la fábrica, no podía negar que mi cuerpo se encendía cada vez que desvestía con mis ojos cada parte de sí, su piel era blanca y lucía tan tersa como el algodón que usábamos en la maquila; su cabello negro y sedoso bailaba con el frío viento que a estas horas revoloteaba por las calles; su sola presencia casi me hacia percibir un olor dulce, pleno, de fresca y total juventud...un sólo vistazo que duraba segundos pero que me llenaba plácidamente ¿acaso haría algo por acercarme y acabar con este suplicio?, todo iría a su tiempo, después de todo nadie ni nada cedía ante el gran primogénito de los McCrow...
Sybelle: ¿Te aburrimos, hermano?- me pregunta Sybelle sacándome de mi mente, yo le miro de reojo y vuelvo la mirada por la ventanilla- ¿o acaso hay alguna bella dama que te tiene sumido en profundos pensamientos de lujuria y pasión y no te deja ser participe de nuestra conversación?-añade, vaya vaya ¿así que la niña sabe expresar aquellas palabras prohibidas para un doncella?, no dudo en soltar un ligera sonrisa...-
Lady McCrow: ¡Sybelle! ¡Controla tu lenguaje!-le dice mi madre con un gesto de sorpresa al esuchar que su ovejita sabe hablar más de la cuenta, incluso se abaniquea un poco para librarse del calor que le ha provocado el comentario de Sybelle-
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Travel: vamos Sybelle no quedrás empezar con sentimentalismos ahora ¿o si?, no quiero que tu maquillaje se corra y quedes mal con...¿como es que se llama tu caballero galante?...¡ah si!Andrews...-le digo soltando una sonrisa típica de mi- tranquila que no haré nada para dejarte mal ante él-añado mientras me acomodo la solapa del saco- sino que diría toda la comarca ¿cierto madre? hablarían días...meses..¡años!, de nuestra familia...-le digo a mi madre burlón mientras río un poco, enseguida el chofer nos hace saber que la llegada a la fiesta está próxima-
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El carruaje se detiene, el chofer abre la puerta y yo salgo dándole la mano enseguida a las mujeres para que bajen, tomo del brazo a Sybelle y le sonrío mientras apoyo mi otra mano en mi elegante bastón.
- El número de quienes despiertan mis pensamientos de lujuría y pasión es mayor del que te imaginas...-le digo al oído a mi hermana con mirada pícara mientras mi madre termina por darle indicaciones al chofer; mi hermana no tiene idea de lo que esas dos palabras significan para mí ni nunca lo sabrá...esos misteriosos viajes de trabajo a las afueras de Londres son los momentos ideales en que mi más profundos deseos se desatan cayendo sobre las más tiernas y delicadas criaturas.
Re: Prólogo. Londres, 1885
Kira Liviani
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Sangre....a eso se reducia la no vida para la mayoría de mis congéneres. Ni siquiera podían respetar la inocente vida de un niño, tenían que profanar su cuerpo con sus sucios colmillos y aterrorizarlo de por vida por culpa de la sed. Y no contentos con ello, se exponían ante los humanos dejando al descubierto nuestra condición y poniendonos en peligro tb a los que deseabamos una vida....normal. Dejé el periódico indignada y me dirigí a la bañera la cual me habia preparado mi dama de confianza. Recapacité durante unos minutos y tomé la decisión de que tendría que hablar con el consejo, aunque le comentaría a Rose mis miedos respecto al tema, no me presentaría ante todo el consejo. Seguramente ella acudiria a la fiesta de los Sussex y por suerte yo estaba invitada.
-Señora le traigo su bebida...-me tendió una copa con sangre.
-Cerdo??-pregunté oliendo la copa.
-Yo misma lo maté...saldrán unas buenas salchicas de él, y usted tiene sangre para toda la semana...-comentaba orgullosa mientras comenzaba a frotarme la espalda.
Mery, que así se llamaba la mujer a la que le habia confesado mi secreto y la cual me era totalmente fiel, me ayudó a ponerme el vestido y me acicaló para la gran fiesta. Roland el cochero habia preparado los caballos y me esperaba con el carruaje en la puerta.
-Está usted bellisima Sr Liviani.-dijo cortesmente mientras me ayudaba a subir los peldaños del coche.
-Gracias Roland, es usted muy amable...-sonreí educadamente y me acomodé en mi asiento.
En unos 15minutos llegamos a la mansión de Sussex y no pude evitar fijarme en un joven que gritaba al otro lado de la acera.
-Es solo un pobre borracho...-dijo Roland al comprobar que me qedaba mirandolo-No se asuste señorita enseguida vendrá la policia y se lo llevará...
-No me asusto roland, siento lástima por él y no es un simple borracho, es el joven Whitmore, podría haber sido un hombre importante si no hubiera tenido aquel horrible accidente...-seguramente provocado por algún vampiro, pensé para mis adentros.
Me encaminé hacia el joven ebrio el cual se encontraba ahora en silencio bebiendo sentado contra la pared.
-Que quieres tu¡¡¡acaso has odido mi oferta y quieres probar mi dulce manjar...-intentó articular.
Roland apareció a mi lado y vapuleó al pobre chico exigiendole unas disculpas, yo posé mi mano sobre el hombro de mi cochero y lo tranquilicé.
-Solo es un alma pérdida...-dije mirando directamente a los ojos a Whitmore.-Hasta las personas que más desprecias y la gente que más puedes llegar a odiar, a veces son la clave de tu salvación...-dije, acaricié su cicatriz y le di una bolsa de dinero, ante la mirada perpleja de Whitmore.
Roland y yo volvimos a la entrada de la casa donde el se subió al carruaje y yo me encaminé hacia el interior de la casa donde enseguida la música comenzó a inundar mis oidos.
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Sangre....a eso se reducia la no vida para la mayoría de mis congéneres. Ni siquiera podían respetar la inocente vida de un niño, tenían que profanar su cuerpo con sus sucios colmillos y aterrorizarlo de por vida por culpa de la sed. Y no contentos con ello, se exponían ante los humanos dejando al descubierto nuestra condición y poniendonos en peligro tb a los que deseabamos una vida....normal. Dejé el periódico indignada y me dirigí a la bañera la cual me habia preparado mi dama de confianza. Recapacité durante unos minutos y tomé la decisión de que tendría que hablar con el consejo, aunque le comentaría a Rose mis miedos respecto al tema, no me presentaría ante todo el consejo. Seguramente ella acudiria a la fiesta de los Sussex y por suerte yo estaba invitada.
-Señora le traigo su bebida...-me tendió una copa con sangre.
-Cerdo??-pregunté oliendo la copa.
-Yo misma lo maté...saldrán unas buenas salchicas de él, y usted tiene sangre para toda la semana...-comentaba orgullosa mientras comenzaba a frotarme la espalda.
Mery, que así se llamaba la mujer a la que le habia confesado mi secreto y la cual me era totalmente fiel, me ayudó a ponerme el vestido y me acicaló para la gran fiesta. Roland el cochero habia preparado los caballos y me esperaba con el carruaje en la puerta.
-Está usted bellisima Sr Liviani.-dijo cortesmente mientras me ayudaba a subir los peldaños del coche.
-Gracias Roland, es usted muy amable...-sonreí educadamente y me acomodé en mi asiento.
En unos 15minutos llegamos a la mansión de Sussex y no pude evitar fijarme en un joven que gritaba al otro lado de la acera.
-Es solo un pobre borracho...-dijo Roland al comprobar que me qedaba mirandolo-No se asuste señorita enseguida vendrá la policia y se lo llevará...
-No me asusto roland, siento lástima por él y no es un simple borracho, es el joven Whitmore, podría haber sido un hombre importante si no hubiera tenido aquel horrible accidente...-seguramente provocado por algún vampiro, pensé para mis adentros.
Me encaminé hacia el joven ebrio el cual se encontraba ahora en silencio bebiendo sentado contra la pared.
-Que quieres tu¡¡¡acaso has odido mi oferta y quieres probar mi dulce manjar...-intentó articular.
Roland apareció a mi lado y vapuleó al pobre chico exigiendole unas disculpas, yo posé mi mano sobre el hombro de mi cochero y lo tranquilicé.
-Solo es un alma pérdida...-dije mirando directamente a los ojos a Whitmore.-Hasta las personas que más desprecias y la gente que más puedes llegar a odiar, a veces son la clave de tu salvación...-dije, acaricié su cicatriz y le di una bolsa de dinero, ante la mirada perpleja de Whitmore.
Roland y yo volvimos a la entrada de la casa donde el se subió al carruaje y yo me encaminé hacia el interior de la casa donde enseguida la música comenzó a inundar mis oidos.
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