Light of Darkness
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Marcus Blake - Al Pacino

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Mensaje  Gaia 30/12/10, 11:28 pm

Marcus Blake
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Clan: Blake

Edad: Aproximadamente 2400 años

Ocupación: Miembro del Consejo de Vampiros

Biografía: Marcus nació en una pequeña aldea celta de la Gran Bretaña prehistórica a fines del siglo VI a.C. Hijo de un gran guerrero, creció destinado a seguir los pasos de su padre, en lo que era la clase alta de su tiempo, la clase militar. Cuando aún era un niño, su padre murió en una batalla, por lo que Marcus quedó sólo con su madre en la casa donde vivían, aunque todo el pueblo era una gran familia para él, rodeado de tíos y primos, tanto de sangre como de alma. Acorde a las costumbres, desde su adolescendia, Marcus se dejó crecer un largo bigote que lo identificaba como un guerrero de clase alta de su pueblo. Desde joven conoció el arte de la guerra, y se convirtió en un gran soldado como su padre lo había sido. Luchó contra el pueblo de los pictos, o como ellos los llamaban en aquel entonces, los prydyn, y fue temido por estos y respetado por su gente. Se casó, y tuvo muchos hijos, y se convirtió en una especie de líder en su aldea natal. Marcus tenía una buena vida y era feliz.

Pero un día, todo cambió. Cerca de la fecha de una importante festividad religiosa, la aldea de Marcus debía entregar un cierto número de esclavos y prisioneros para sacrificar al dios Taranis. Sin embargo, Marcus se negó a entregar la ofrenda humana. Había adquirido tal poder y respeto entre su gente, que decidió ignorar los requisitos religiosos que consideraba ridículos. Se sentía demasiado importante para adorar a un ser invisible y satisfacer los caprichos de los viejos sacerdotes, a quienes consideraba dementes y ebrios de poder. A pesar de las insistencias, Marcus se mantuvo firme en su decisión y no contribuyó a la festividad.

Antes de la fecha estipulada para los sacrificios sagrados, Marcus recibió la noticia de que un pequeño grupo de guerreros pictos marchaba hacia una aldea vecina para invadirla. Con un pequeño escuadrón de fieros guerreros a sus órdenes, Marcus marchó a detener al enemigo, confiando en una fácil victoria, pero se encontró con un ejército mucho mayor al que esperaba, y sus hombres fueron masacrados sin piedad por el enemigo. Marcus apenas consiguió escapar con su vida e intentó regresar a su hogar, solo, herido y perseguido por sus enemigos. Su caballo, herido en la batalla, finalmente no pudo seguir, y Marcus tuvo que continuar su retirada a pie, cruzando campos y bosques, camino a su aldea en busca de refugio. Su carrera se volvió más apresurada cuando casi llegando, al salir de un denso bosque, vio una gruesa columna de humo negro y maloliente alzarse tras la pequeña colina, donde estaba su aldea. Con las pocas fuerzas que tenía corrió, llegando a los restos de lo que había sido su hogar. El pueblo entero había sido reducido a cenizas. Solo algunas vigas ennegrecidas se alzaban, algunas brasas aún ardiendo como tenues antorchas infernales alumbrando los escombros y el polvo, todo lo que quedaba de su amado poblado. Y en medio de aquella devastación, en lo que había sido la plaza central, una colosal figura se alzaba como un demonio en medio de la muerte y destrucción. Los restos calcinados de lo que había sido un gigante de mimbre, una enorme jaula de forma humana, ahora reducida a una cruz negra de madera carbonizada sobre una pila de huesos oscuros y quebradizos.

Marcus conocía el ritual, había presenciado antes cómo encerraban a decenas, a veces cientos de prisioneros, en aquel mortal gigante de mimbre; indefensos sacrificios a un dios cruel y tirano. En la ceremonia, los druidas prendían fuego al gigante, que ardía junto con sus impotentes víctimas, alimentando y apaciguando a los dioses. Marcus encontró junto al círculo ceremonial las vestimentas y objetos personales de quienes habían sido sacrificados, y reconoció las ropas y adornos de su familia, sus parientes y amigos, todos ahora convertidos en huesos y cenizas.

Gritó y lloró, y se rasgó las vestiduras, cubriéndose el cabello con la ceniza de sus seres amados y se abandonó al dolor, esperando su muerte donde tantos otros la habían encontrado trágicamente. Clamó maldiciendo a los dioses que le habían quitado todo, los invocó a los gritos para descargar su ira sobre ellos, pero a la vez les pidió el poder para volver del más allá y vengarse de los sacerdotes que lo habían engañado y le habían quitado todo. Sus heridas eran graves, y hacía días que no comía, y muchas horas que no bebía agua. Estaba débil y moribundo y pronto el sueño de la muerte comenzó a cubrirlo con su manto.

Pero entonces sus plegarias fueron respondidas y la manifestación que había reclamado se hizo presente. Un hombre cubierto por un manto negro que ocultaba todo su cuerpo y una capucha sobre su cabeza, se acercó surgiendo de la oscuridad de la noche. Al principio Marcus creyó que se trataba de uno de sus enemigos que lo habían encontrado, luego pensó que se trataba de uno de los druidas, pero finalmente comprendió que no era ninguno de aquellos, sino alguien más, alguien que ni siquiera era humano. Era uno de los dioses. "Taranis" pensó, y una voz profunda y grave le respondió hablando directamente en su mente "Sí, humano. Has clamado mi nombre y he venido. Has pedido poder y te será dado, si pagas el precio. Podrás vengar tu dolor, y no morirás jamás, pero serás maldito por la eternidad". "Acepto" gritó Marcus con las pocas fuerzas que le quedaban "Acepto el precio, cualquiera que sea. Dame el poder, dame la maldición. La acepto."

Cuando el ejército picto que perseguía a Marcus llegó a la aldea en ruinas, encontró su cadáver sobre una pila de huesos y cenizas, a los pies de la cruz oscura de madera quemada. Los gritos de alegría y celebración no se hicieron esperar, y un grupo de guerreros se acercó al cuerpo para cargarlo y llevarlo de vuelta a su hogar como un trofeo. Pero entonces Marcus abrió los ojos, un par de ojos que brillaban con una luz rojiza y maligna. Los primeros en caer nunca supieron que había pasado. Los demás se aterraron al ver los cuerpos sin vida de sus compañeros mientras el cadaver de su enemigo desaparecía. Pronto, uno por uno fueron desapareciendo, arrastrados hacia las sombras por un ser tan rápido y poderoso que no eran capaz de verlo, menos aún luchar contra él. Cada vez eran menos guerreros en medio de los restos de la aldea, bajo la luz de la luna y la sombra de la cruz negra, oyendo los gritos desgarrados de sus compañeros al morir en la oscuridad, alimentando a un ser maldito que se sentía sediento e insaciable. Los guerreros intentaron huir, pero uno por uno fueron cayendo, hasta que el último en pie consiguió salir del terreno de la aldea maldita. Se detuvo en la cima de la colina que bordeaba el poblado, y se volvió para mirar aquel lugar terrorífico. La luz de la luna brillaba sobre los escombros y la gigantesca cruz del sacrificio. El guerrero se dio vuelta para continuar su huida, pero delante de él, a escasos metros estaba Marcus, pálido como la muerte misma, sus ojos brillando con un fuego infernal, y la boca chorreando la sangre de sus víctimas. Abrió la boca, revelando dos puntiagudos colmillos, y pronto el guerrero picto no supo más nada.

Solo muchos años después Marcus comprendió que aquel que se hacía llamar Taranis y adorar por los druidas celtas no era más que uno de los primeros vampiros, uno de los originales, los Ancianos. Por mucho tiempo Marcus lo buscó para obtener respuestas acerca de aquello en lo que se había convertido, pero jamás pudo localizarlo. No pasó mucho hasta que todos los druidas de las aldeas cercanas a la que había sido el hogar de Marcus fueron pereciendo, uno por uno, de horribles maneras, rodeados de sufrimiento y dolor, hasta que no quedó ni un sacerdote de los que habían realizado aquel terrible sacrificio en el gigante de mimbre. Sin embargo, durante la ejecución del último de ellos, Marcus descubrió que no toda su familia había perecido en el sacrificio. Se le había perdonado la vida a su hijo menor, apenas un infante, quien había sido adoptado por la familia de un guerrero de una aldea del sur. Marcus viajó entonces al sur de la gran isla hasta encontrar la aldea, la familia, y a su hijo, pero supo al verlo que no podía reclamarlo como suyo, ahora que era un ser maldito. Así que lo dejó vivir con su nueva familia y durante generaciones se mantuvo en las sombras, viviendo apartado, convirtiéndose en una leyenda de terror, el hombre de los bosques que mataba y bebía sangre humana. Pero aún apartado, cada cierto tiempo volvía, haciéndose pasar por un hombre, para ver que su progenie siguiera con vida y asegurarse que prosperara. Con el tiempo, Marcus abandonó su aislamiento, aprendiendo a vivir entre los hombres, viajando con frecuencia para ocultar el hecho de que ya no envejecía, ni se mostraba ante la luz del sol.

Pasaron los años, y los siglos. La edad celta de los druidas fue quedando atrás, el imperio romano conquistó aquellas tierras, la edad cristiana comenzó y la civilización creció. Cuando los anglosajones invadieron Inglaterra, los descendientes de Marcus adoptaron el apellido Blake, lo que le facilitó a Marcus seguir de cerca el progreso de su familia humana y tener una identidad más definida entre los hombres. A medida que veía pasar siglos de historia, Marcus comenzó a viajar, recorriendo todo el mundo conocido. Europa, Asia, Africa y Oceanía, y luego el Nuevo Mundo: América. Conoció nuevas culturas y nuevos secretos, y se obsesionó con lo místico, al principio buscando una explicación para su origen, pero luego interesándose más en la búsqueda de poder. Aprendió secretos milenarios en oriente y descubrió poderes antiguos en África. Aprendió acerca de magia antigua y oscura, sobre dioses, ángeles y demonios, y muchas cosas más.

A comienzos del siglo XVIII se unió a otros inmortales en su tierra natal para formar el Consejo de Vampiros de Inglaterra, donde firmaron acuerdos y reglamentos. Para ese entonces, Marcus tenía un grupo de seguidores, Hijos de la Noche creados por su sangre, su propio Clan, mientras que en secreto seguía el progreso de su familia humana. Un siglo después de la formación del Consejo, Marcus viajó al Nuevo Mundo, donde encontró a uno de sus descendientes, llamado Sebastian, un soldado británico que formaba parte del ejército al mando del coronel Beresford que intentaba conquistar la ciudad de Buenos Aires. Allí Sebastian fue herido de muerte, y Marcus decidió por primera vez en sus siglos de vida, convertir a uno de sus descendientes en un ser de la noche. Sin embargo, su familia humana siempre le había recordado la tragedia de sus origenes, y ver a uno de ellos convertido en un inmortal le resultaba vergonzosamente doloroso, así que finalmente volvió a Europa, dejando a Sebastian en América.

Pero Marcus no volvió a Inglaterra. Viajó por varios países escandinavos y asiáticos durante años, y ni siquiera se presentó cuando el Consejo de Inglaterra volvió a juntarse en 1880 para firmar el Tratado de Rumania. Cinco años después de dicho tratado, aún nadie sabe el paradero de Marcus Blake, uno de los vampiros más antiguos y poderosos que aún caminan sobre esta tierra.

Imagen: Al Pacino

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